El
Cardenal Robles Ortega, Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano,
expresó que la Visita Pastoral del Papa Francisco a México fue como un
peregrino de misericordia y paz. Recordó que el silencio es uno de los signos
que destacó el Santo Padre para fomentar la relación con Dios Padre y con la
Santísima Virgen. Si estamos en silencio en la presencia de María, escucharemos
qué quiere y qué espera de nosotros, sus hijos. Ella como Madre, intuye el
corazón de sus hijos y sabe de sus angustias y preocupaciones, pero, “hay que
darle espacio para que nos hable”, afirmó.
El
Cardenal se refirió a otra enseñanza del Papa Francisco, durante su estancia en
esta Casita Sagrada: “Dejarnos mirar por María”. Cuando nos dejemos mirar por
Ella, señaló, experimentaremos cuán tierno y grande es su amor de Madre amorosa
y misericordiosa, y la consecuencia será que miremos a los demás con los ojos
de la Virgen, es decir, con amor, ternura, misericordia y así sabremos
perdonar, consolar, compartir, aliviar las necesidades de los demás;
aprenderemos a reconciliarnos para vivir siempre en paz, buscando el bien y el
progreso de todos porque somos hermanos, familia de Dios en Cristo Jesús.
Destacó
que el silencio de la oración y dejar que María nos mire y mirar a los demás
con sus ojos, produce en nuestra Iglesia, en nuestra sociedad y en México, “un
ámbito -el Papa lo llama un regazo- que necesitamos para sentirnos en paz,
seguros y aliviados”. En ese sentido exhortó a las diócesis de la Iglesia de
México, y en especial a la de Guadalajara, a que a través de sus parroquias
“sean un regazo donde quepan todos, con la misma libertad, la misma
satisfacción de saberse amados por Dios Padre y por la Santísima Virgen de
Guadalupe”.
*La Arquidiócesis de
Puebla realizó su 129 Peregrinación a la Basílica de Santa María de Guadalupe,
donde el Obispo, Mons. Víctor Sánchez expresó que con el corazón rebosante de
emoción, peregrinamos a la Casita del Tepeyac, para encontrarse con la Madre
del Amor, y escuchar como el indio San Juan Diego, palabras de consuelo,
fortaleza, compromiso y esperanza en pleno Año de la Misericordia. Recordó que
la visita del Papa Francisco a este Recinto Sagrado fue de misionero de
misericordia, paz y para confirmar la fe, alentar la esperanza e impulsar la
caridad de modo que seamos “misericordiosos como el Padre”. Comentó que el
Santo Padre, hizo notar que la Virgen es la mujer del sí, “un sí de entrega a Dios
y un sí de entrega a sus hermanos”.
Agregó
que en el siglo XVI la Virgen se encaminó presurosa al Tepeyac en la gestación
de esta bendita tierra mexicana, y de esa misma manera se hizo presente al
pequeño Juanito y a todos nosotros hoy especialmente a los que se sienten que
no valen nada.
Expresó
que el Papa nos dijo que somos enviados a construir nuevos santuarios,
acompañar tantas vidas de la comunidad; sus palabras nos iluminan y animan a
confiar en Dios y en Santa María para levantar la vida de Puebla, México y el
mundo entero.
Destacó
que éste es el espíritu que ha animado a las Asambleas Diocesanas de Pastoral y
de Sínodo Diocesano, cuyas conclusiones y propósitos depositó en las manos
maternales de la Guadalupana para que los presente a su Hijo Nuestro Señor
Jesucristo.
*La enseñanza de “dejarse ver por María”,
como lo hiciera el Papa Francisco en su pasada visita, a la luz de su mensaje
consolador a San Juan Diego: “Es nada lo que te asusta y aflige, ¿no estoy yo
aquí que soy tu Madre?”, fue la reflexión de los peregrinos que arribaron desde
Durango en su peregrinación anual.
El Obispo Mons. Juan
María Huerta, señaló que al venir aquí al santuario, están dejándose ver por
María, como el Papa Francisco que pidió un espacio para simplemente estar
frente a la Imagen bendita de Santa María de Guadalupe. Y cuando se le preguntó
cómo hace oración, sólo contestó: “Yo me dejo ver”.
Explicó que el hecho de
que Dios nos esté viendo, que María nos esté viendo, es un privilegio grandísimo.
En este sentido dijo que los discípulos de Emaús tenían los ojos velados,
porque no logran descubrir el significado de lo que sucedió en Jerusalén, en la
muerte del Mesías. Pero una vez que se dejan llevar por el peregrino –que era
Jesús--camino a Emaús, van intuyendo en su corazón la Palabra, dejan ver sus
sentimientos a Jesús y Jesús hacia ellos, y una vez que lo sientan a la mesa,
se les abren los ojos cuando parte el pan.
Exhortó a dejarse ver
por María y permitir el reclamo amoroso: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”,
porque esas palabras conmovedoras están ubicadas en un contexto de dolor,
cuando Juan Diego “le saca la vuelta” a la Virgen y le dice que su tío se está
muriendo. Y así como entonces, aquí también podemos dejar que escuche nuestro
corazón y diga una vez más: “Es poco lo que te aflige, ¿no estoy yo aquí que
soy tu madre?”. Enseguida Mons. Huerta invitó a la asamblea a guardar silencio
para dejar salir los sentimientos propios y escuchar las palabras de María.