Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

sábado, 18 de junio de 2016

- Aquí estamos, dejándonos ver por Maria

El Cardenal Robles Ortega, Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, expresó que la Visita Pastoral del Papa Francisco a México fue como un peregrino de misericordia y paz. Recordó que el silencio es uno de los signos que destacó el Santo Padre para fomentar la relación con Dios Padre y con la Santísima Virgen. Si estamos en silencio en la presencia de María, escucharemos qué quiere y qué espera de nosotros, sus hijos. Ella como Madre, intuye el corazón de sus hijos y sabe de sus angustias y preocupaciones, pero, “hay que darle espacio para que nos hable”, afirmó.
El Cardenal se refirió a otra enseñanza del Papa Francisco, durante su estancia en esta Casita Sagrada: “Dejarnos mirar por María”. Cuando nos dejemos mirar por Ella, señaló, experimentaremos cuán tierno y grande es su amor de Madre amorosa y misericordiosa, y la consecuencia será que miremos a los demás con los ojos de la Virgen, es decir, con amor, ternura, misericordia y así sabremos perdonar, consolar, compartir, aliviar las necesidades de los demás; aprenderemos a reconciliarnos para vivir siempre en paz, buscando el bien y el progreso de todos porque somos hermanos, familia de Dios en Cristo Jesús.
Destacó que el silencio de la oración y dejar que María nos mire y mirar a los demás con sus ojos, produce en nuestra Iglesia, en nuestra sociedad y en México, “un ámbito -el Papa lo llama un regazo- que necesitamos para sentirnos en paz, seguros y aliviados”. En ese sentido exhortó a las diócesis de la Iglesia de México, y en especial a la de Guadalajara, a que a través de sus parroquias “sean un regazo donde quepan todos, con la misma libertad, la misma satisfacción de saberse amados por Dios Padre y por la Santísima Virgen de Guadalupe”.

*La Arquidiócesis de Puebla realizó su 129 Peregrinación a la Basílica de Santa María de Guadalupe, donde el Obispo, Mons. Víctor Sánchez expresó que con el corazón rebosante de emoción, peregrinamos a la Casita del Tepeyac, para encontrarse con la Madre del Amor, y escuchar como el indio San Juan Diego, palabras de consuelo, fortaleza, compromiso y esperanza en pleno Año de la Misericordia. Recordó que la visita del Papa Francisco a este Recinto Sagrado fue de misionero de misericordia, paz y para confirmar la fe, alentar la esperanza e impulsar la caridad de modo que seamos “misericordiosos como el Padre”. Comentó que el Santo Padre, hizo notar que la Virgen es la mujer del sí, “un sí de entrega a Dios y un sí de entrega a sus hermanos”.
Agregó que en el siglo XVI la Virgen se encaminó presurosa al Tepeyac en la gestación de esta bendita tierra mexicana, y de esa misma manera se hizo presente al pequeño Juanito y a todos nosotros hoy especialmente a los que se sienten que no valen nada.
Expresó que el Papa nos dijo que somos enviados a construir nuevos santuarios, acompañar tantas vidas de la comunidad; sus palabras nos iluminan y animan a confiar en Dios y en Santa María para levantar la vida de Puebla, México y el mundo entero.
Destacó que éste es el espíritu que ha animado a las Asambleas Diocesanas de Pastoral y de Sínodo Diocesano, cuyas conclusiones y propósitos depositó en las manos maternales de la Guadalupana para que los presente a su Hijo Nuestro Señor Jesucristo.

*La enseñanza de “dejarse ver por María”, como lo hiciera el Papa Francisco en su pasada visita, a la luz de su mensaje consolador a San Juan Diego: “Es nada lo que te asusta y aflige, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?”, fue la reflexión de los peregrinos que arribaron desde Durango en su peregrinación anual.
El Obispo Mons. Juan María Huerta, señaló que al venir aquí al santuario, están dejándose ver por María, como el Papa Francisco que pidió un espacio para simplemente estar frente a la Imagen bendita de Santa María de Guadalupe. Y cuando se le preguntó cómo hace oración, sólo contestó: “Yo me dejo ver”.
Explicó que el hecho de que Dios nos esté viendo, que María nos esté viendo, es un privilegio grandísimo. En este sentido dijo que los discípulos de Emaús tenían los ojos velados, porque no logran descubrir el significado de lo que sucedió en Jerusalén, en la muerte del Mesías. Pero una vez que se dejan llevar por el peregrino –que era Jesús--camino a Emaús, van intuyendo en su corazón la Palabra, dejan ver sus sentimientos a Jesús y Jesús hacia ellos, y una vez que lo sientan a la mesa, se les abren los ojos cuando parte el pan.

Exhortó a dejarse ver por María y permitir el reclamo amoroso: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”, porque esas palabras conmovedoras están ubicadas en un contexto de dolor, cuando Juan Diego “le saca la vuelta” a la Virgen y le dice que su tío se está muriendo. Y así como entonces, aquí también podemos dejar que escuche nuestro corazón y diga una vez más: “Es poco lo que te aflige, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre?”. Enseguida Mons. Huerta invitó a la asamblea a guardar silencio para dejar salir los sentimientos propios y es­cuchar las palabras de María.