1- El PAPA FRANCISCO, el 12 diciembre 2014, en San
Pedro de Roma, dijo:
…”En
esta festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, hacemos en primer lugar memoria
agradecida de su visitación y cercanía materna; cantamos con Ella su “magnificat”;
y le confiamos la vida de nuestros pueblos y la misión continental de la Iglesia.
Cuando se apareció a
San Juan Diego en el Tepeyac, se presentó como “la perfecta siempre Virgen
Santa María, Madre del verdadero Dios” (Nican Mopohua); y dio lugar a una
nueva visitación. Corrió presurosa a abrazar también a los nuevos pueblos
americanos, en dramática gestación. Fue como una «gran señal aparecida en el
cielo … mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies» (Ap 12,1), que asume en sí la simbología
cultural y religiosa de los pueblos originarios, anuncia y dona a su Hijo a
todos esos otros nuevos pueblos de mestizaje desgarrado. Tantos saltaron de
gozo y esperanza ante su visita y ante el don de su Hijo y la más perfecta
discípula del Señor se convirtió en la «gran misionera que trajo el Evangelio a
nuestra América» (Aparecida, 269). El Hijo de María Santísima,
Inmaculada encinta, se revela así desde los orígenes de la historia de los
nuevos pueblos como “el verdaderísimo Dios por quien se vive”, buena nueva de
la dignidad filial de todos sus habitantes. Ya nadie más es solamente siervo sino
todos somos hijos de un mismo Padre hermanos entre nosotros, y siervos en el
siervo.
De ahí que nosotros,
hoy aquí, podemos continuar alabando a Dios por las maravillas que ha obrado en
la vida de los pueblos latinoamericanos. Dios, según su estilo, “ha ocultado
estas cosas a sabios y entendidos, dándolas a conocer a los pequeños, a los
humildes, a los sencillos de corazón” (cf. Mt 11,21). En las maravillas que ha
realizado el Señor en María, Ella reconoce el estilo y modo de actuar de su
Hijo en la historia de salvación. Trastocando los juicios mundanos, destruyendo
los ídolos del poder, de la riqueza, del éxito a todo precio, denunciando la
autosuficiencia, la soberbia y los mesianismos secularizados que alejan de
Dios, el cántico mariano confiesa que Dios se complace en subvertir las
ideologías y jerarquías mundanas. Enaltece a los humildes, viene en auxilio de
los pobres y pequeños, colma de bienes, bendiciones y esperanzas a los que confían
en su misericordia de generación en generación, mientras derriba de sus tronos
a los ricos, potentes y dominadores. El “Magnificat” así nos introduce
en las “bienaventuranzas”, síntesis y ley primordial del mensaje evangélico. A
su luz, hoy, nos sentimos movidos a pedir una gracia. La gracia tan cristiana
de que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren,
por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los
compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los
perseguidos a causa del nombre de Cristo, “porque de ellos es el Reino de los
cielos” (Mt5,1-11). Sea la gracia de ser forjados por ellos a los
cuales, hoy día, el sistema idolátrico de la cultura del descarte los relega a
la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento o simplemente
desperdicio.
Y hacemos esta petición
porque América Latina es el “continente de la esperanza”, porque de ella se
esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso
civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y
tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría
esperanzadora. Sólo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de
verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de
auténtica vida nueva.
Ponemos estas
realidades y estos deseos en la mesa del altar, como ofrenda agradable a Dios.
Suplicando su perdón y confiando en su misericordia, celebramos el sacrificio y
victoria pascual de Nuestro Señor Jesucristo. Él es el único Señor, el
“libertador” de todas nuestras esclavitudes y miserias derivadas del pecado. Él
es la piedra angular de la historia y fue el gran descartado. Él nos llama a
vivir la verdadera vida, una vida humana, una convivencia de hijos y hermanos,
abiertas ya las puertas de la «nueva tierra y los nuevos cielos» (Ap 21,1). Suplicamos a la Santísima Virgen
María, en su advocación guadalupana –a la Madre de Dios, a la Reina y Señora mía, a mi
jovencita, a mi pequeña, como la llamó san Juan Diego, y con todos los
apelativos cariñosos con que se dirigen a Ella en la piedad popular, le
suplicamos que continúe acompañando, auxiliando y protegiendo a nuestros
pueblos. Y que conduzca de la mano a todos los hijos que peregrinan en estas
tierras al encuentro de su Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor, presente en la Iglesia , en su
sacramentalidad, especialmente en la Eucaristía , presente en el tesoro de su Palabra y
enseñanzas, presente en el santo pueblo fiel de Dios, presente en los que sufren
y en los humildes de corazón. Y si este programa tan audaz nos asusta o la
pusilanimidad mundana nos amenaza que Ella nos vuelva a hablar al corazón y nos
haga sentir su voz de madre, de madrecita, de madraza, “¿por qué tienes miedo, acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?”
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2- DISCURSO DEL Papa FRANCISCO A LOS
OBISPOS DE LA
CONFERENCIA EPISCOPAL DE MÉXICO EN VISITA "AD LIMINA
APOSTOLORUM" 19 de mayo de 2014
…. “Como en muchos otros países latinoamericanos, la
historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan
el espíritu de su pueblo. No es ajena a esto Santa María de Guadalupe, Patrona
de toda América, que en más de una oportunidad, con ternura de Madre, ha
contribuido a la reconciliación y a la liberación integral del pueblo mexicano,
no con la espada y a la fuerza, sino con el amor y la fe. Ya desde el
principio, la “Madre del verdadero Dios por quien se vive” pidió a San Juan
Diego que le construyera “una Casita” en la que pudiera acoger maternalmente
tanto a los que “están cerca” como a los que “están lejos” (Nican Mopohua, n.
26).
Y
también les pido que le lleven un saludo mío, saludo de hijo, a la Madre de Guadalupe. Que Ella, Estrella de la
nueva evangelización, los cuide y los guíe a todos hacia su divino Hijo.
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3- El Papa Francisco acaba de hacer (12 marzo 2015) unas declaraciones a Televisa de México, y la periodista la pregunta, entre otras muchas cosas, esto:
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3- El Papa Francisco acaba de hacer (12 marzo 2015) unas declaraciones a Televisa de México, y la periodista la pregunta, entre otras muchas cosas, esto:
¿cómo es posible que Usted no nos visite este año? Había mucha esperanza de que Usted viniera en septiembre…
Yo pensaba hacerlo, porque quería entrar en los Estados Unidos por la frontera mexicana. Pero, si yo iba a Ciudad Juárez, por ejemplo, y entraba desde ahí, o a Morelia, y entraba desde ahí, se iba a armar un poco de barullo: ¡Cómo va ahí y no viene a ver a la Señora , a la Madre !. Además, no se puede visitar México de a pedacitos. México requiere una semana. O sea que yo prometo un viaje a México como se lo merece y no a la apurada y de paso. Por eso decidí no entrar por México.
Papa Francisco, … aquí en esta sala deciden el futuro de su Iglesia, de la Iglesia. Y bajo la supervisión de la Morenita. ¿Qué representa para Usted la Virgen de Guadalupe?
Bueno ahí tocó un tema que me llega mucho, no. ¿Cómo se define el momento histórico de México, cuando Ella visita México, y la herencia que deja, no? Dos veces en el campo Mompúa le dice a san Juan Diego Madre. Yo soy la Madre de Dios por quien sevive. Y después cuando él ahí, está un poco temeroso: ¿De qué tenés miedo? ¿No estoy acá yo que soy tu Madre? O sea es Madre.
Después nosotros, le decimos Reina, Reinecita, él mismo le decía eso, Juan Diego, Emperatriz de América, pero Ella se define como Madre. En un momento en que América renacía. Y es la Madre que nos trae la Buena Noticia a México. Es una Madre que está esperando un chico. Y en ese momento trágico de la conquista, porque que ahí hubo de todo, Ella trae la Salvación. Muestra que trae un chico. Pero ¿cómo lo muestra? ¿Cómo se muestra, además de embarazada? Se muestra mestiza. Eso es toda una profecía, nuestro mestizaje americano. Una profecía de nuestra cultura. Por eso Ella traspasa los límites de México, y va mucho más allá y es la unidad del pueblo americano. Es la Madre. América no es huérfana. Tiene una Madre. Una Madre que nos trae a Jesús. O sea, la Salvación que es Cristo viene por una mujer y quiso Ella demostrarlo a través de su mestizaje que lo traía a México de una manera especial. Y elige un hijo de esa cultura para manifestarse.
Y también
dice el Papa Francisco…
No es
el primer momento difícil que está pasando México éste. O sea, engancho con la
santidad ¿no? O sea, México pasó momentos de persecución religiosa, donde
engendró mártires. Yo pienso que a México el diablo lo castiga con mucha
bronca. Por esto. Creo que el diablo no le perdona a México, que Ella haya
mostrado ahí a su Hijo. Interpretación mía. O sea, México es privilegiado en el
martirio, por haber reconocido, defendido, su Madre. Y esto lo sabe Usted muy
bien. Usted va a encontrar a mexicanos católicos, no católicos, ateos, pero
todos guadalupanos. Es decir, todos se sienten hijos. Hijos de la que trajo al
Salvador, al que destruyó al demonio. O sea lo de la santidad también está
unido ahí. Yo creo que el diablo le pasó la boleta histórica a México ¿no? Y
por eso todas estas cosas, usted ve que en la historia siempre ha aparecido
focos de conflicto grave ¿no?
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