Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

jueves, 12 de diciembre de 2019

- Ella, la gran misionera de México

Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de un pueblo nuevo
En las dos décadas posteriores a la conquista de México apenas se produjeron conversiones. Y, de repente, en solo seis años casi nueve millones de indígenas pedían fervorosamente el bautismo. ¿Qué había pasado?
México, 1531. Tenochtitlán ha caído y con él el poderío azteca ante la coalición de españoles y pueblos sometidos encabezada por Hernán Cortés. Pero los monjes que acompañan y siguen a las tropas en la conquista de Nueva España están desconcertados y desanimados: apenas hay conversiones.
El estado de los nativos es deplorable. Sus dioses les han fallado, les han abandonado, no pueden seguir creyendo en ellos; pero eso les lleva a una apatía mortal, viendo en el Dios de los ‘castillas’ una deidad incomprensible y extraña, ajena a su cultura; el dios del enemigo, en suma. Se multiplican los suicidios y quienes piden el bautismo a los frailes que se afanan con celo heroico, aprendiendo sus lenguas para mejor predicarles, son muy pocos, una porción ínfima de los bendecidos.
Y, de repente, a partir de ese año, es la explosión. En solo seis años se hacen bautizar nueve millones de indígenas; las crónicas hablan de bautizos multitudinarios, de sacerdotes con los brazos paralizados y doloridos de pasarse horas y horas sin parar de administrar el bautismo a riadas de entusiastas conversos de todos los pueblos de la Nueva España.
¿Qué había pasado? ¿Cómo podía explicarse este prodigio, nunca antes visto en los anales de la historia de nuestra fe?
Lo que pasó lo cuenta un documento contemporáneo escrito en la ‘lengua franca’ de México, el nahuatl, el Nican Mopohua, cuyo título completo, traducido al español, es “Aquí se cuenta se ordena como hace poco milagrosamente se apareció la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe”.
De cómo la Virgen se apareció en el cerro del Tepeyac al indígena Cuauhtlatoatzin (“El Que Habla Como Águila”), bautizado hacía no mucho con el nombre de Juan Diego, y de la maravillosa tilma con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe que aún puede verse en su santuario, puede hablarse sin cuento y sin dejar nunca de resultar interesante, pero no fue solo el prodigio en sí lo que arrastró a las masas indígenas a la fe. No fue el qué, fue el quién.
Porque la ‘muchachita’ -como la llama el propio Juan Diego- que se aparece en Tepayac, como delatan sus rasgos, no es una ‘castilla’. Pero tampoco es una indígena: es, intrigantemente, un tipo nuevo que aún ni siquiera existía apenas cuando se apareció, pero que sería omnipresente en todo México y en toda la América Hispana en pocas generaciones: una mestiza. La Virgen se presentaba al humilde Juan Diego como la primera de un pueblo nuevo.
La Virgen fue la que supo hablar a los indígenas de forma que le entendiesen, la que les presentó a Su Hijo en un lenguaje y con una formas que les fueran familiares. Ella misma le habló, no en español, sino en sus lengua nahuatl, identificándose como “coatlallope”, “la que aplasta la serpiente, y como “tlecuauhtlapcupeuh”,  “la que viene de la región de la luz como el Águila de fuego”. Fue este nombre, incomprensible para los españoles, el que estos oyeron como semejante a ‘Guadalupe’, asociándolo a una advocación muy venerada en España, en la Basílica construida por Alfonso XI en 1340.
María, en el Tepeyac, se dirige a los indígenas no solo en su lengua, sino también usando sus referencias culturales, sus expresiones, su mentalidad; les dice, en fin, que Su Hijo no es meramente el “dios de los castillas”, sino que también es el suyo porque también murió por ellos.
Los conquistadores vieron en los sangrientos ritos y mitos de los aztecas una “religión del diablo”, y es cierto que se trataba de un culto que se complacía con la sangre y los sacificios. Cada año sacrificaba al menos a 20.000 hombres, mujeres y niños a sus dioses sedientos de sangre, extrayéndoles el corazón palpitante y practicando el canibalismo ritual con su cadáver. Y en algunos festivales especiales como la consagración de algún nuevo templo, los sacrificados al dios serpiente Quetzalcoatl llegaban a 80.000 en una sola ceremonia.
Pero nada hay tan malo que no quede en ello alguna chispa de bueno, de verdad. Había en la religión azteca mitos más amables e incluso la excusa de toda aquella espantosa carnicería tenía un origen que podía usarse para introducir el cristianismo en aquella cultura. Todas esas miserables víctimas eran sacrificadas a los dioses para que el sol siguiera brillando, y lo que los indígenas acabaron entendiendo, entusiasmados, en buena medida por una Señora que se presentaba ante ellos como una muchachita que les hablaba en términos que les eran familiares, es que aquellos sacrificios eran ya innecesarios porque Su propio Hijo había realizado el sacrificio definitivo.


- el grado de inclinación de la cabeza de la Virgen

El secreto del grado de inclinación de la cabeza de Nuestra Señora de Guadalupe:
… ”Noté que el brillo de la luz que irradiaba de lo alto del sol reflejado tenía la misma inclinación que la cabeza de la Virgen. Saqué una foto y recordé un elemento básico de la astrofísica: el eje de la tierra tiene una inclinación de 23.5 ° del sol.
Hice otra foto, preguntándome cuántos grados se inclinaría la cabeza de la Virgen en la tilma guadalupana.
Al día siguiente, decidí verificarlo. Al usar una imagen digital de Nuestra Señora de Guadalupe tal como está en la tilma original, tracé una linea recta vertical que parte de la parte superior de la cabeza y otra que pasa por el ángulo de inclinación de la cabeza. Puse un transformador en el punto en donde las dos líneas se cruzaban, ¡23,5°!
Y luego descubrí que otra persona, el Dr. Juan Hernández Illescas, ya había hecho ese descubrimiento en 1981. Y me pregunté qué significaría eso.
He oído muchos comentarios sobre la inclinación de la cabeza de María como símbolo de su humildad, algo perfectamente coherente, pero ahora tengo una nueva idea sobre la cuestión: de su posición en el cielo y vestida de sol, Nuestra Señora de Guadalupe orienta su mirada de 23,5° a toda la humanidad “inclinada” lejos de Dios. Con todos sus hijos a vista, ella llama a cada uno y nos invita a abrirle el corazón.
Si Nuestra Señora de Guadalupe tiene un mensaje central, es el de que el mundo entero tiene una madre y que el Hijo que ella dio a luz viene a nosotros en esta época como el Salvador del mundo entero. ¡La Encarnación! Dios que se hace hombre. ¿Qué puede ser más esperanzador que eso?. De ahora en adelante, siempre me voy a acordar de Nuestra Señora de Guadalupe como mis ¡23,5 grados de esperanza! 


jueves, 16 de mayo de 2019

- María toma las flores y las coloca en la tilma

LA SEÑAL PERFECTA QUE OFRECE SANTA MARÍA DE GUADALUPE
Santa María de Guadalupe dispuso que fueran flores la señal para el obispo, una señal totalmente adecuada para la mentalidad indígena, una señal por demás coherente dada la gran importancia de este signo que manifestaba la verdad.
La Santísima Virgen María, al tomar con sus propias manos las flores y al arreglarlas y colocarlas directamente en la tilma de Juan Diego, realizó un signo de gran acercamiento con el ser humano en lo físico, en lo moral y en lo espiritual; así mismo, este gesto significaba que la Madre de Dios acomoda la verdad en el interior de la persona humana; es Ella quien dispone, organiza y armoniza la verdad dentro de nuestro ser
La Virgen María nuevamente se manifestó como la que arraiga el Evangelio en la cultura de una forma asombrosa. Si analizamos las veces en que los indígenas más importantes en el gobierno, en la milicia, en el sacerdocio y en la vida cotidiana usaban el signo de las flores, nos sorprenderemos de constatar la grandísima importancia que tenían en la mentalidad indígena. Como por ejemplo, entre los indios, era un gran honor el ser mensajero portador de las flores que tenía que entregar a algún rey, incluso enemigo, como signo de paz o de verdad, para invitarlo a algún ceremonial o festejo.
  La Santísima Virgen María, al tomar con sus propias manos las flores, que significan la verdad; y al arreglarlas y colocarlas directamente en la tilma de Juan Diego, realizó un signo de gran acercamiento con el ser humano en lo físico, en lo moral y en lo espiritual; así mismo, este gesto significaba que la Madre de Dios acomoda la verdad en el interior de la persona humana; es Ella quien dispone, organiza y armoniza la verdad dentro de nuestro ser. Exactamente, como lo describía la antigua palabra, es decir, la sabiduría indígena, al saludar y describir la misión de alguien de venerable linaje, alguien noble, alguien con poder de guiar al pueblo: “Y escoges –decía la antigua palabra–, pones en orden todo lo que es valioso […] Los cuidas, los guardas; en su propio lugar los colocas, en su mismo refugio los pones, en donde están los ofreces. Porque pintas, coloreas, los libros, lo que se escribe, porque dispones el color negro, el rojo, el modelo, la medida, el ejemplo, el dechado, la pauta […] te das color. Nunca será olvidada, nunca se perderá tu fama, tu renombre.”
  Juan Diego cuando llega ante el obispo, le informa de todo lo que vio y contempló y cuando llega al final de su narración le pide el favor de tomar la señal que pidió: eran esas flores prodigiosas, en seguida caen al suelo las preciosas flores, que para el indígena, como decíamos, era una señal totalmente maravillosa, por la manera en la que él fue testigo de haberlas encontrado en un terreno muerto y en un tiempo en donde no se daban y en un clima que helaba; por lo que era un verdadero prodigio, y la señal era la más adecuada por el simbolismo que entre los indígenas existía en el fondo de su cultura religiosa; pero Santa María de Guadalupe también ofreció el complemento de la señal, que eran las flores: la estampación de la prodigiosa Imagen en la humilde tilma del indígena, ante los incrédulos ojos del obispo y de los que ahí se encontraban.
..Ahora sí se complementaba la señal, ya no eran solamente las flores sino que ahora se incluía la tilma y en ella la maravillosa imagen de la Virgen de Guadalupe; el obispo y los que estaban ahí sintieron una gran emoción, no podían creer lo que sus ojos contemplaban, una hermosísima Imagen de la Madre de Dios, la Señora del Cielo.
  La tilma que era del humilde laico Juan Diego, ahora le pertenecía al obispo, una tilma que quedó ennoblecida en una forma extraordinaria. Ahora bien, la tilma era símbolo de la persona; por lo tanto, el hecho de que la Virgen de Guadalupe hubiera elegido, como una parte integrante de la señal, el estamparse en la tilma de Juan Diego, significa que se plasmaba en la persona misma de este humilde indígena. Por ello, Juan Diego, el laico indígena humilde y fiel ahora es parte de la señal entregada al obispo, cabeza de la Iglesia; por lo tanto, el laico dentro de la Iglesia es señal de la presencia y de la entrega de Dios, por medio de su Madre, para el mundo entero.
  La imagen de Santa María de Guadalupe estampada en la humilde tilma de Juan Diego manifestaba una de las verdades más profundas y que conjuntaba todos los elementos que hemos señalado, ya que Ella, al presentarse como una mujer de piel morena, una mestiza, se identifica plenamente con la unidad que debe existir entre todos los seres humanos, tomando precisamente este color de piel, su mestizaje es el símbolo de la fraternidad que debe existir en y con todas las razas del mundo; en su rostro moreno estamos todos sus hijos, o como de hecho los indígenas se dirigían a sus pequeños hijos con toda ternura: “tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen, mi pintura”.
  Todos los seres humanos por Jesucristo somos hijos de María; Él es el centro del Acontecimiento Guadalupano, y quien, desde la cruz, nos da a su más preciado tesoro: su propia Madre, manifestación plena de su Amor. Por lo tanto, María está en nuestro ser, como Ella es parte íntima de nuestra vida, en la profundidad de nuestro ser, somos sus hijos, su sangre, su color; somos su propia imagen, su pintura.


sábado, 12 de enero de 2019

- La Jornada Mundial de la Juventud y San Juan Diego

¿Qué enseñanza tiene el vidente de la Virgen de Guadalupe para la JMJ Panamá 2019?
El vidente de la Virgen de Guadalupe, el indígena mexicano San Juan Diego, es uno de los ocho patronos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Panamá 2019. ¿Qué enseñanza lleva para los jóvenes de hoy?
El P. Eduardo Chávez, canónigo de la Basílica de Guadalupe, destacó que el santo mexicano “es un indígena humilde, sencillo”. San Juan Diego, el santo indígena mexicano, sirve de modelo de lo que “todo joven tiene en este mundo que hacer: tener presente la voluntad de Dios, ser con esta fuerza, este animo también intercesor de la Iglesia y también intercesor del pueblo”, “para mí un joven tiene esa fortaleza de la proyección, de un sueño que se hace realidad”.
“Todas esas proyecciones de un mundo mejor, de algo más justo, más honesto, más verdadero, más transparente, está latente en el corazón de un verdadero joven”.
La Virgen de Guadalupe se le apareció al indígena San Juan Diego entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, y le pidió que interceda ante el primer Obispo de México, el franciscano Fray Juan de Zumárraga, para que se construya un templo en el llano al pie del cerro del Tepeyac.
Como prueba de la veracidad de la aparición, la Virgen María le encargó al indígena que lleve las flores de un rosal aparecido milagrosamente en el árido Tepeyac. Cuando San Juan Diego presentó las flores al Obispo, su tilma, la tela en la que las llevaba, quedó impregnada con la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Si bien tenía entre 56 y 57 años al momento de la aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, al norte de la actual Ciudad de México, San Juan Diego tenía un candor, una honestidad y transparencia impresionante, dijo el P. Chávez, y subrayó que estos valores son los que “todo joven debe de tener. Esa transparencia, esa sencillez, ese espíritu de obediencia a los grandes valores, como era el caso de Juan Diego”.
El sacerdote mexicano destacó que San Juan Diego fue intercesor tanto de Santa María de Guadalupe como del Obispo de México Fray Juan de Zumárraga, “porque recordemos que el obispo pide a través de él una señal para poder creer todo”.
Además, dijo, “es un intercesor con su tío anciano”, que le pidió que le busque un sacerdote para prepararlo “a bien morir”.
También destacó que el santo indígena mexicano sirve de modelo de lo que “todo joven tiene en este mundo que hacer: tener presente la voluntad de Dios, ser con esta fuerza, este animo también intercesor de la Iglesia y también intercesor del pueblo”.
“Todo joven tiene en su interior esos valores. Quizás la manera de actuar de algunas instituciones, quizás la forma de percibir las tremendas corrupciones, injusticias, violencias, etc., eso desgarra en el fondo. Eso hace que el joven esté siempre con una sospecha de que no lo vayan a manipular o a jalar a cosas que él no quisiera en el fondo”, añadió. Sin embargo, precisó, “para mí un joven tiene esa fortaleza de la proyección, de un sueño que se hace realidad”.
“Todas esas proyecciones de un mundo mejor, de algo más justo, más honesto, más verdadero, más transparente, está latente en el corazón de un verdadero joven”.
“Cuando descubran los verdaderos valores religiosos, el verdadero valor de la familia, del ser humano, de ser hijos de Dios, créeme que yo he encontrado jóvenes con una fuerza y un dinamismo y un espíritu, es algo que arrastra”, aseguró.
El P. Chávez destacó además el modelo de la Virgen de Guadalupe para la juventud.
“La Virgen de Guadalupe, la Madre de Dios, tiene 15, 16 años. Estamos hablando de la Madre de Dios, sí, pero estamos hablando de la gran juventud de la Virgen María. Cuando ella está en la plenitud de su juventud dice: sí Señor, hágase en mí según tu Palabra”.