LA SEÑAL PERFECTA QUE
OFRECE SANTA MARÍA DE GUADALUPE
Santa
María de Guadalupe dispuso que fueran flores la señal para el obispo, una señal
totalmente adecuada para la mentalidad indígena, una señal por demás coherente
dada la gran importancia de este signo que manifestaba la verdad.
La
Santísima Virgen María, al tomar con sus propias manos las flores y al arreglarlas y colocarlas directamente en la tilma de
Juan Diego, realizó un signo de gran acercamiento con el ser humano en lo
físico, en lo moral y en lo espiritual; así mismo, este gesto significaba que
la Madre de Dios acomoda la verdad en el interior de la persona humana; es Ella
quien dispone, organiza y armoniza la verdad dentro de nuestro ser
La Virgen María
nuevamente se manifestó como la que arraiga el Evangelio en la cultura de una
forma asombrosa. Si analizamos las veces en que los indígenas más importantes
en el gobierno, en la milicia, en el sacerdocio y en la vida cotidiana usaban
el signo de las flores, nos sorprenderemos de constatar la grandísima
importancia que tenían en la mentalidad indígena. Como por ejemplo, entre los
indios, era un gran honor el ser mensajero portador de las flores que tenía que
entregar a algún rey, incluso enemigo, como signo de paz o de verdad, para
invitarlo a algún ceremonial o festejo.
La Santísima Virgen María, al tomar con sus
propias manos las flores, que significan la verdad; y al arreglarlas y
colocarlas directamente en la tilma de Juan Diego, realizó un signo de gran
acercamiento con el ser humano en lo físico, en lo moral y en lo espiritual;
así mismo, este gesto significaba que la Madre de Dios acomoda la verdad en el
interior de la persona humana; es Ella quien dispone, organiza y armoniza la
verdad dentro de nuestro ser. Exactamente, como lo describía la antigua
palabra, es decir, la sabiduría indígena, al saludar y describir la misión de
alguien de venerable linaje, alguien noble, alguien con poder de guiar al
pueblo: “Y escoges –decía la antigua palabra–, pones en orden todo lo que es
valioso […] Los cuidas, los guardas; en su propio lugar los colocas, en su
mismo refugio los pones, en donde están los ofreces. Porque pintas, coloreas,
los libros, lo que se escribe, porque dispones el color negro, el rojo, el
modelo, la medida, el ejemplo, el dechado, la pauta […] te das color. Nunca
será olvidada, nunca se perderá tu fama, tu renombre.”
Juan Diego cuando llega ante el obispo, le
informa de todo lo que vio y contempló y cuando llega al final de su narración
le pide el favor de tomar la señal que pidió: eran esas flores prodigiosas, en
seguida caen al suelo las preciosas flores, que para el indígena, como
decíamos, era una señal totalmente maravillosa, por la manera en la que él fue
testigo de haberlas encontrado en un terreno muerto y en un tiempo en donde no
se daban y en un clima que helaba; por lo que era un verdadero prodigio, y la
señal era la más adecuada por el simbolismo que entre los indígenas existía en
el fondo de su cultura religiosa; pero Santa María de Guadalupe también ofreció
el complemento de la señal, que eran las flores: la estampación de la
prodigiosa Imagen en la humilde tilma del indígena, ante los incrédulos ojos
del obispo y de los que ahí se encontraban.
..Ahora sí se
complementaba la señal, ya no eran solamente las flores sino que ahora se
incluía la tilma y en ella la maravillosa imagen de la Virgen de Guadalupe; el
obispo y los que estaban ahí sintieron una gran emoción, no podían creer lo que
sus ojos contemplaban, una hermosísima Imagen de la Madre de Dios, la Señora
del Cielo.
La tilma que era del humilde laico Juan
Diego, ahora le pertenecía al obispo, una tilma que quedó ennoblecida en una
forma extraordinaria. Ahora bien, la tilma era símbolo de la persona; por lo
tanto, el hecho de que la Virgen de Guadalupe hubiera elegido, como una parte
integrante de la señal, el estamparse en la tilma de Juan Diego, significa que se
plasmaba en la persona misma de este humilde indígena. Por ello, Juan Diego, el
laico indígena humilde y fiel ahora es parte de la señal entregada al obispo,
cabeza de la Iglesia; por lo tanto, el laico dentro de la Iglesia es señal de
la presencia y de la entrega de Dios, por medio de su Madre, para el mundo
entero.
La imagen de Santa María de Guadalupe
estampada en la humilde tilma de Juan Diego manifestaba una de las verdades más
profundas y que conjuntaba todos los elementos que hemos señalado, ya que Ella,
al presentarse como una mujer de piel morena, una mestiza, se identifica
plenamente con la unidad que debe existir entre todos los seres humanos,
tomando precisamente este color de piel, su mestizaje es el símbolo de la fraternidad
que debe existir en y con todas las razas del mundo; en su rostro moreno
estamos todos sus hijos, o como de hecho los indígenas se dirigían a sus pequeños
hijos con toda ternura: “tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen, mi
pintura”.
Todos los seres humanos por Jesucristo somos
hijos de María; Él es el centro del Acontecimiento Guadalupano, y quien, desde
la cruz, nos da a su más preciado tesoro: su propia Madre, manifestación plena
de su Amor. Por lo tanto, María está en nuestro ser, como Ella es parte íntima
de nuestra vida, en la profundidad de nuestro ser, somos sus hijos, su sangre,
su color; somos su propia imagen, su pintura.