Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

martes, 24 de noviembre de 2015

- La Virgen educa a Juan Diego sobre la muerte

…”el mensaje de la Virgen de Guadalupe debe suscitar la fe en la vida eterna que su amado Hijo nos ofrece, ya que nuestra vida no está marcada por el signo de la muerte…”

...”Juan Diego encontró la razón de su misma vida, que era ser el servidor de Dios por medio de María, y para el humilde indígena esta misión le daba, claramente, la razón de su existir, ya que comprendió que todos hemos sido creados para la vida, no para la muerte.”

…”Juan Diego bajó del cerro con las bellísimas flores en su tilma y se las mostró a la Virgen de Guadalupe, quien lo había esperado en el llano del Tepeyac. Ella, con sus delicadas manos, colocó cada una de las flores en su justo lugar dentro de la tilma de san Juan Diego; esto es muy significativo, pues la Virgen de Guadalupe colocó la verdad de Dios en la persona humana; esto es un signo de una profunda inculturación, es decir, Ella pone la verdad de Dios en cada corazón.”

…”De esta manera, todo el Acontecimiento Guadalupano es signo de amor y de misericordia divina, signo de la vida y no de la muerte; signo por el cual se inicia la edificación de la “casita sagrada”, hogar del Dios omnipotente, que comienza en nuestro corazón. Así que los “fieles difuntos” pueden descansar en paz, pues encontrarán la vida eterna, permanecerán siempre en la “casita sagrada” del amor de Dios, en ese hogar lleno de misericordia.”

En este mes de Noviembre se conmemora el día de los fieles difuntos. Y es precisamente en este tiempo donde el mensaje de la Virgen de Guadalupe debe suscitar la fe en la vida eterna que su amado Hijo nos ofrece, ya que nuestra vida no está marcada por el signo de la muerte, como lo expresó san Juan Diego cuando estaba muy preocupado y ansioso por la terrible y mortal enfermedad que su tío, Juan Bernardino padecía, cuando expresó su dolor diciéndole a la Virgen de Guadalupe: “A eso vinimos, a esperar el trabajo de nuestra muerte”; entendemos por lo que estaba pasando Juan Diego, pero nuestra vida, como hijos de Dios y de Santa María de Guadalupe, está marcada por el signo de la vida, no de la muerte.
La Virgen de Guadalupe nos dice, como se lo dijo a san Juan Diego, “no tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?” y nos asegura su protección, su resguardo, nos recuerda que Ella es la fuente de nuestra alegría y que estamos en el hueco de su manto, en el cruce de sus brazos. Ella nos da, nos ofrece, “su Amor-Persona, Amor pleno y verdadero, Amor que es el mismo Dios y Señor, el Dueño de la vida, el Dueño del universo, el Dueño de toda la creación, el verdaderísimo Dios por quien se vive”.
El Señor, el Mesías, el Salvador y el Redentor vino a encontrarse con el ser humano, con nosotros, por medio de Santa María de Guadalupe, por ello, Juan Diego no debía tener miedo, que su tío ya estaba bien, ya había sanado; el humilde indio macehual mantuvo y profundizó su fe, pues creyó lo que le decía Santa María de Guadalupe, es más, en ese momento, Juan Diego se manifestó con un sentimiento plenamente libre, y de inmediato se puso en las manos de María para que se cumpliera la voluntad de la Virgen que era la edificación de una “casita sagrada”, el hogar del Dios omnipotente; y le suplicó que le hiciera el gran honor de ser su servidor y su mensajero; y es cuando la Virgen de Guadalupe le pidió que subiera a la cumbre del cerro del Tepeyac por recoger el signo que había que llevarle al obispo: flores extraordinarias, flores llenas de vida que ahí encontraría en ese cerro muerto, árido, pedregoso y en un tiempo que helaba, es decir, signo de muerte. Sin embargo, Juan Diego no dudó, antes reforzó aún más su fe, como después se lo expresaría al mismo obispo. Juan Diego encontró la razón de su misma vida, que era ser el servidor de Dios por medio de María, y para el humilde indígena esta misión le daba, claramente, la razón de su existir, ya que comprendió que todos hemos sido creados para la vida, no para la muerte.
Efectivamente, en la cumbre del cerro del Tepeyac, Juan Diego encontró todo un vergel de hermosísimas flores, tan extraordinarias que las creía de otro mundo, como de allá de donde eran los conquistadores, de Castilla, por ello les llamaba: “Flores de Castilla”, flores maravillosas y extraordinarias, que además lanzaban un perfume suavísimo, es importante saber que para los indígenas todo esto comprendía un cúmulo de signos que manifestaba la presencia de la divinidad.
De este modo, son las flores, inicialmente, la señal; y digo, inicialmente, pues cuando Juan Diego colocó estas flores en su tilma; es importante saber que para el indígena, la tilma representaba su propia persona; pues la tilma servía para cubrirse y protegerse del frío y de los rayos del sol; así como para ser consagrados desde el nacimiento, también se usaba para el matrimonio ya que se ataba el huipil de la mujer con la tilma del varón, uniendo a las personas en matrimonio; también la tilma se usaba para sembrar o cosechar; incluso bordaban en la tilma los diseños con los que se representaba la misión que tenían en la comunidad y, con ello, también certificaban la dignidad de la persona y, finalmente, la tilma servía como mortaja, pues con ella se envolvía el cadáver de su propietario. En pocas palabras, la tilma representa a la persona misma.
Posteriormente, Juan Diego bajó del cerro con las bellísimas flores en su tilma y se las mostró a la Virgen de Guadalupe, quien lo había esperado en el llano del Tepeyac. Ella, con sus delicadas manos, colocó cada una de las flores en su justo lugar dentro de la tilma de san Juan Diego; esto es muy significativo, pues la Virgen de Guadalupe colocó la verdad de Dios en la persona humana; esto es un signo de una profunda inculturación, es decir, Ella pone la verdad de Dios en cada corazón. De esta manera, Juan Diego ya estaba preparado para ir delante del obispo para creer en su mensaje y hacer una realidad el construir esa “casita sagrada” que tanto deseaba; así que cuando Juan Diego llegó delante del obispo Zumárraga desenrolló su blanca tilma y le entregó las flores divinas.
Y es en ese preciso momento que la portentosa y hermosa Imagen de la Virgen de Guadalupe se imprimió, se estampó, en la humilde tilma de san Juan Diego, una Imagen de una doncella que. al mismo tiempo, está en cinta, y es Madre, como Ella misma se lo expresó a su humilde mensajero: “yo soy en verdad la perfecta siempre Virgen Santa María, que tengo el honor y la dicha de ser madre del verdaderísimo Dios por quien se vive…” (Nican Mopohua, v. 26). De esta manera, todo el Acontecimiento Guadalupano es signo de amor y de misericordia divina, signo de la vida y no de la muerte; signo por el cual se inicia la edificación de la “casita sagrada”, hogar del Dios omnipotente, que comienza en nuestro corazón. Así que los “fieles difuntos” pueden descansar en paz, pues encontrarán la vida eterna, permanecerán siempre en la “casita sagrada” del amor de Dios, en ese hogar lleno de misericordia.
      Boletín Guadalupano, Noviembre 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario