Siempre al iniciar un
año más, nos hace pensar en una renovación, en algo que recién inicia el ciclo,
el darse la oportunidad de un cambio, el tener una esperanza en una nueva vida.
Algo así también ocurre en la mentalidad de los indígenas, para ellos la fecha
“13 caña”, se acerca a estos significados, es un momento sumamente importante,
pues representa el “rumbo de la casa de la luz, rumbo del Oriente (Tlahuizcalpa),
a la región de la tinta negra y roja”, esto se puede sintetizar como: “algo
nuevo inicia, lleno de la sabiduría divina” y por ello, se marcaba en los
códices como una fecha que presidía una nueva época, o se esculpía en el lugar
más preponderante para que se entendiera esta novedad que manifestaba la
plenitud de la sabiduría.
Para nosotros esto resulta todavía más
interesante cuando constatamos que el año 1531, corresponde al año “13 Caña”;
año en el que efectivamente algo nuevo inicia, una nueva era, llena de la
sabiduría de Dios, ya que coincide con el año de la aparición de nuestra
Santísima Madre, nuestra Señora de Guadalupe. Ella es quien viene con Jesús en
su inmaculado vientre para iniciar una nueva época llena de la sabiduría del
verdaderísimo Dios por quien se vive. Ella pide una “casita sagrada”, un
templo; recordemos que los indígenas antes de edificar una nueva sociedad, pueblo,
o civilización, lo primero que tenían que edificar era el templo; de esta
manera, ellos entendieron bien que al mismo tiempo que Ella pedía esta
construcción de la “casita sagrada”. Todavía más, san Juan Diego escuchó algo
que complementó y que sería por demás maravilloso: que Ella, quien le pedía
esta edificación, era la Madre de Dios, y le afirmaba que también era su Madre
y que tenía además el honor y la inmensa alegría de serlo; asimismo, que era la
Madre de todos aquellos que estaban juntos en esta tierra, así como la “de
todas las demás variadas estirpes de hombres”, era algo maravilloso, Ella era
la Madre de todas las naciones, cuyas fronteras no existían, un Continente que
era su tierra y, es más, extendía su amor a todas las demás variadas estirpes,
es decir, a todas las naciones; por lo que este encuentro con el amor de Dios
comprende a todo ser humano, en un encuentro directo, humilde y personal; superando
toda división y toda barrera; la humanidad era la gran familia de Dios, por
medio de la humildad de la sierva: María; donde el amor reina en los que ponían
su confianza en Ella, los que habían abierto su corazón y eran capaces de
ofrecer también este mismo amor; los que pusieran humildemente su corazón entre
sus benditas manos maternales. Desde este primer encuentro, Ella sanaba las
heridas, Ella consolaba, Ella aliviaba, Ella era la fuerza y la esperanza con
un amor grande en su corazón, el amor de su Hijo.
La Madre de Dios
evangeliza en la misma forma que su Hijo Jesucristo, es más, la fuente misma de
su evangelización es Él: “Enseñando, proclamando, curando” (Mt 4, 23).
Todo era algo nuevo que superaba toda expectativa del indígena y de todo ser
humano, pues es el verdadero Dios, por medio de su Madre, quien toma la iniciativa
de tener un profundo encuentro con cada uno de nosotros, sus amados hijos y guiarnos
con ternura.
Todo esto evoca la
Palabra de Dios cuando en el libro del Apocalipsis se proclama: “«Esta es la
morada de Dios entre los hombres: fijará desde ahora su morada en medio de
ellos y ellos serán su pueblo y Él mismo será Dios-con-ellos. Enjugará toda
lágrima de sus ojos y ya no necesitará ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni
penas porque todo lo anterior ha pasado.» Entonces el que se sienta en el trono
declaró…: «Ya está hecho. Yo soy el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin. Al
que tenga sed yo le daré gratuitamente del manantial del agua de la Vida. Esa
será la herencia del que salga vencedor. Y yo seré Dios para él y él será para
mí un hijo…»” (Ap 21, 4-7). Así es, “algo nuevo inicia, lleno de la sabiduría
de Dios”.Y es Ella, la Santa Virgen Maria de Guadalupe quien nos lo trae y nos invita a construir una nueva civilización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario