LA
MISERICORDIA DE DIOS, EXPRESADA EN LA PRESENCIA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE EN LA
HISTORIA DE MÉXICO
El Papa Francisco,
cuando visitó la Basílica de Guadalupe el 13 de febrero del año 2016 dijo:
“María, la mujer del sí, también quiso visitar a los habitantes de estas
tierras de América en la persona del indio San Juan Diego. Así como se movió
por los caminos de Judea y Galilea, de la misma manera caminó al Tepeyac, con
sus ropas, usando su lengua, para servir a esta gran Nación. Y, así como
acompañó la gestación de Isabel, ha acompañado y acompaña la gestación de esta
bendita tierra mexicana”.
Además
Ella nos viene a traer a Jesucristo, que es la mayor muestra de misericordia
que puede tener con los habitantes de estas tierras: “mucho quiero, mucho deseo
que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré [a Él], lo
ensalzaré [a Él] al ponerlo de manifiesto". Y ella es la que mejor podía darnos
a conocer a su Hijo: “Ninguno como María ha conocido la profundidad del
misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de
la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el
santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio
de su amor”.
Otra expresión maravillosa de la misericordia
es tener compasión, sin exclusión de nadie, saber escuchar al que sufre, y
buscar el remedio a sus penalidades, pues bien, esto es precisamente lo que
vino a hacer la Santísima Virgen en 1531, como Ella le dijo a San Juan Diego:
“Yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en
esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis
amadores, los que a mi clamen, los que me busquen, los que confíen en mí,
porque ahí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar
todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.
Quisiera
reflexionar sobre las actitudes de misericordia que se encuentran en el Nican
Mopohua, escrito por el indígena Antonio Valeriano. La primera es que la Virgen
María sale al encuentro del pueblo indígena, representado en San Juan Diego. El
primer paso para practicar la misericordia es ir al encuentro del otro. Aquel
que está encerrado en sí mismo, en sus propios intereses o problemas, no puede
ejercitar la misericordia con el próximo.
Pero además se adapta al lenguaje y a la
cultura del pueblo. Cuando se presenta dice ”yo soy la Perfecta siempre Virgen
Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las
personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el
dueño de la tierra”. O sea, para hablar de Dios utiliza las mismas palabras que
los sabios indígenas usaban para hablar del Dios supremo.
Dios la envía a Ella para traer esperanza,
que es otra actitud fundamental de misericordia, y que tiene relevancia enorme
en nuestros días, en que vemos tanta desesperación, tanto desaliento y falta de
entusiasmo para luchar por enfrentar los problemas, lo decía el Papa Francisco
en su visita a la Basílica: “En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó
la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un pueblo. En ese amanecer, Dios
despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los
desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar
digno en estas tierras".
Otro aspecto de esa misericordia es ayudar a
que el otro cumpla y realice su misión en esta vida. Y
a Juan Diego, la Virgen le encomendaba una misión, y a pesar de las
dificultades que expresó este indígena, María Santísima se sostiene en su
elección. Esto lo señaló admirablemente el Papa Francisco aquí en el Tepeyac
“En ese amanecer, Juancito experimenta en su propia vida lo que es la
esperanza, lo que es la misericordia de Dios. Él es elegido para supervisar,
cuidar, custodiar e impulsar la construcción de este Santuario. En repetidas
ocasiones le dijo a la Virgen que él no era la persona adecuada, al contrario,
si quería llevar adelante esa obra tenía que elegir a otros, ya que él no era
ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María
empecinada -con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del
Padre- le dice: no, que él sería su embajador".
Juan
Diego nos enseña también a vivir el servicio a los enfermos, e interesarnos no
sólo por su salud corporal, sino también espiritual, como lo practicó con su
tío Juan Bernardino. Incluso prefiere dar la vuelta al cerro, fallando a la
cita con la Virgen, que para Juan Diego era sumamente importante, con tal de
cumplir el deber de caridad de ayudar a su tío a bien morir.
Pero María le sale al encuentro en las faldas
del Tepeyac y sin ninguna palabra de reproche por no haber acudido a la cita el
día anterior, le comunica palabras de consuelo y aliento que son muy expresivas
de esa misericordia de Dios que se manifiesta en María “Escucha, ponlo en tu
corazón hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió,
que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni ninguna
otra cosa punzante, aflictiva. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás
bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el
hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra
cosa? Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena
la enfermedad de tu tío porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que
ya está bueno”. La curación de una enfermedad es una expresión privilegiada de
la misericordia de Dios, que nos ayuda a entender otra curación más profunda y
que Dios nos ofrece continuamente, la del pecado.
Comentando
estas palabras el Papa Francisco decía en su visita a la Basílica de febrero
“Ella nos dice que tiene el “honor” de ser nuestra madre. Eso nos da la certeza
de que las lágrimas de los que sufren no son estériles. Son una oración
silenciosa que sube hasta el cielo y que en María encuentra siempre lugar en su
manto. En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con
nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores. ¿Acaso no
soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores, tristezas,
nos dice. Esa actitud de misericordia que Ella vive con Juan Diego y con
nosotros la enseñó a su hijo Jesús, y vio cómo él la vivía.
El Papa Francisco señala “Al pie de la cruz,
María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las palabras de
perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quien lo ha
crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. María
atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a
todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva
oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos
misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia,
su Hijo Jesús”.
Y si
pasamos a contemplar la Aparición de Virgen de Guadalupe podemos decir que fue
fundamental en la vida de los pueblos que habitaban Mesoamérica el que María de
Guadalupe haya querido estamparse en la tilma de Juan Diego. Los pueblos
indígenas no tenían un alfabeto. Todas las cosas las transmitían a través de
pinturas, que ahora llamamos códices. Así escribían su historia. Un personaje
muy importante en la religión indígena era el que custodiaba estos códices. Las
imágenes eran por tanto algo indispensable para la comunicación entre ellos. El
hecho de que a un pueblo que se comunicaba así se le envíe una imagen de la
Madre de Dios era una perfecta catequesis.
Un segundo aspecto es el rostro. No es un
rostro indio ni español, sino mestizo. Hoy ese rostro es totalmente normal en
México, pero no lo era en ese entonces. Apenas estaba empezando a darse la
mezcla de razas. Al principio no fue tan fácil el mestizaje. Hay un texto del
Obispo de Michoacán Vasco de Quiroga que habla de los sufrimientos de los niños
mestizos, que andaban en los mercados buscando qué comer, ellos eran rechazados
por españoles e indios. En el rostro de la Virgen de Guadalupe vemos la
propuesta de un mensaje de comunión: el mestizaje no constituía un hecho
humillante; el catolicismo nos invita a vivir la comunión, a superar las
diferencias entre las razas a través de la paz y armonía, esto está expresado
plásticamente en el rostro de la Virgen.
La expresión del rostro era de especial
importancia en el mundo náhuatl (la palabra ixtli = rostro, era sinónimo de
persona), de aquí que su expresión tierna y amorosa, de una madre que contempla
a su hijo, indica amor, caricia, protección: un inmenso interés por la persona.
En náhuatl la manera de mirar de la Virgen, de lado, equivalía a pensar en el
que se mira, no olvidarse del que se mira. Lo que es totalmente de acuerdo al
mensaje Evangélico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario