Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

sábado, 4 de febrero de 2017

- Guadalupe, encuentro de misericordia

LA MISERICORDIA DE DIOS, EXPRESADA EN LA PRESENCIA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE EN LA HISTORIA DE MÉXICO
El Papa Francisco, cuando visitó la Basílica de Guadalupe el 13 de febrero del año 2016 dijo: “María, la mujer del sí, también quiso visitar a los habitantes de estas tierras de América en la persona del indio San Juan Diego. Así como se movió por los caminos de Judea y Galilea, de la misma manera caminó al Tepeyac, con sus ropas, usando su lengua, para servir a esta gran Nación. Y, así como acompañó la gestación de Isabel, ha acompañado y acompaña la gestación de esta bendita tierra mexicana”.
Además Ella nos viene a traer a Jesucristo, que es la mayor muestra de misericordia que puede tener con los habitantes de estas tierras: “mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré [a Él], lo ensalzaré [a Él] al ponerlo de manifiesto". Y ella es la que mejor podía darnos a conocer a su Hijo: “Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor”.
Otra expresión maravillosa de la misericordia es tener compasión, sin exclusión de nadie, saber escuchar al que sufre, y buscar el remedio a sus penalidades, pues bien, esto es precisamente lo que vino a hacer la Santísima Virgen en 1531, como Ella le dijo a San Juan Diego: “Yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mi clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, porque ahí les es­cucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.
Quisiera reflexionar sobre las actitudes de misericordia que se encuentran en el Nican Mopohua, escrito por el indígena Antonio Valeriano. La primera es que la Virgen María sale al encuentro del pueblo indígena, representado en San Juan Diego. El primer paso para practicar la misericordia es ir al encuentro del otro. Aquel que está encerrado en sí mismo, en sus propios intereses o problemas, no puede ejercitar la misericordia con el próximo.
Pero además se adapta al lenguaje y a la cultura del pueblo. Cuando se presenta dice ”yo soy la Perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra”. O sea, para hablar de Dios utiliza las mismas palabras que los sabios indígenas usaban para hablar del Dios supremo.
Dios la envía a Ella para traer esperanza, que es otra actitud fundamental de misericordia, y que tiene relevancia enorme en nuestros días, en que vemos tanta desesperación, tanto desaliento y falta de entusiasmo para luchar por enfrentar los problemas, lo decía el Papa Francisco en su visita a la Basílica: “En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un pueblo. En ese amanecer, Dios despertó y des­pierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras".
Otro aspecto de esa misericordia es ayudar a que el otro cumpla y realice su misión en esta vida. Y a Juan Diego, la Virgen le encomendaba una misión, y a pesar de las dificultades que expresó este indígena, María Santísima se sostiene en su elección. Esto lo señaló admirable­mente el Papa Francisco aquí en el Tepeyac “En ese amanecer, Juancito experimenta en su propia vida lo que es la esperanza, lo que es la misericordia de Dios. Él es elegido para supervisar, cuidar, custodiar e impulsar la construcción de este Santuario. En repetidas ocasiones le dijo a la Virgen que él no era la persona adecuada, al contrario, si quería llevar adelante esa obra tenía que elegir a otros, ya que él no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María empecinada -con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre- le dice: no, que él sería su embajador".
Juan Diego nos enseña también a vivir el servicio a los enfermos, e interesarnos no sólo por su salud corporal, sino también espiritual, como lo practicó con su tío Juan Bernardino. Incluso prefiere dar la vuelta al cerro, fallando a la cita con la Virgen, que para Juan Diego era sumamente importante, con tal de cumplir el deber de caridad de ayudar a su tío a bien morir.
Pero María le sale al encuentro en las faldas del Tepeyac y sin ninguna palabra de reproche por no haber acudido a la cita el día anterior, le comunica palabras de consuelo y aliento que son muy expresivas de esa misericordia de Dios que se manifiesta en María “Escucha, ponlo en tu corazón hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió, que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni ninguna otra cosa punzante, aflictiva. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno”. La curación de una enfermedad es una expresión privilegiada de la misericordia de Dios, que nos ayuda a entender otra curación más profunda y que Dios nos ofrece continuamente, la del pecado.
Comentando estas palabras el Papa Francisco decía en su visita a la Basílica de febrero “Ella nos dice que tiene el “honor” de ser nuestra madre. Eso nos da la certeza de que las lágrimas de los que sufren no son estériles. Son una oración silenciosa que sube hasta el cielo y que en María encuentra siempre lugar en su manto. En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores. ¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores, tristezas, nos dice. Esa actitud de misericordia que Ella vive con Juan Diego y con nosotros la enseñó a su hijo Jesús, y vio cómo él la vivía.
El Papa Francisco señala “Al pie de la cruz, María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús”.
Y si pasamos a contemplar la Aparición de Virgen de Guadalupe podemos decir que fue fundamental en la vida de los pueblos que habitaban Mesoamérica el que María de Guadalupe haya querido estamparse en la tilma de Juan Diego. Los pueblos indígenas no tenían un alfabeto. Todas las cosas las transmitían a través de pinturas, que ahora llamamos códices. Así escribían su historia. Un personaje muy importante en la religión indígena era el que custodiaba estos códices. Las imágenes eran por tanto algo indispensable para la comunicación entre ellos. El hecho de que a un pueblo que se comunicaba así se le envíe una imagen de la Madre de Dios era una perfecta catequesis.
Un segundo aspecto es el rostro. No es un rostro indio ni español, sino mestizo. Hoy ese rostro es totalmente normal en México, pero no lo era en ese entonces. Apenas estaba empezando a darse la mezcla de razas. Al principio no fue tan fácil el mestizaje. Hay un texto del Obispo de Michoacán Vasco de Quiroga que habla de los sufrimientos de los niños mestizos, que andaban en los mercados buscando qué comer, ellos eran rechazados por españoles e indios. En el rostro de la Virgen de Guadalupe vemos la propuesta de un mensaje de comunión: el mestizaje no constituía un hecho humillante; el catolicismo nos invita a vivir la comunión, a superar las diferencias entre las razas a través de la paz y armonía, esto está expresado plásticamente en el rostro de la Virgen.
La expresión del rostro era de especial importancia en el mundo náhuatl (la palabra ixtli = rostro, era sinónimo de persona), de aquí que su expresión tierna y amorosa, de una madre que contempla a su hijo, indica amor, caricia, protección: un inmenso interés por la persona. En náhuatl la manera de mirar de la Virgen, de lado, equivalía a pensar en el que se mira, no olvidarse del que se mira. Lo que es totalmente de acuerdo al mensaje Evangélico.

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