Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

miércoles, 13 de diciembre de 2017

- Guadalupe, la riqueza y la diversidad se encuentran

…”La Madre de Dios es figura de la Iglesia y de Ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa. Sino, al contrario, para que cada uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas:«¡Abba!, es decir, ¡Padre!», desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo. Hermanos, en este clima de memoria agradecida por nuestro ser latinoamericanos, cantemos en nuestro corazón el cántico de Isabel, el canto de la fecundidad, y digámoslo junto a nuestros pueblos que no se cansan de repetirlo: Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
…(Isabel era estéril)…Esterilidad que puede tomar muchos nombres y formas cada vez que una persona siente en su carne la vergüenza al verse estigmatizada o sentirse poca cosa. Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María «yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme». Así también este sentimiento puede estar —como bien nos hacían ver los obispos Latinoamericanos— en nuestras comunidades «indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; o en muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual».
(pero) Fue precisamente él (Juan Diego), y no otro, quien lleva en su tilma la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo, sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo; la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir parte de su bendición.
…Queridos hermanos, en medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad miremos la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, Ella (La Santísima Virgen) es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador que termina imponiendo —bajo slogans atrayentes— una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura. En definitiva, nuestra fecundidad nos exige defender a nuestros pueblos de una colonización ideológica que cancela lo más rico de ellos, sean indígenas, afroamericanos, mestizos, campesinos, o suburbanos.”
-Este es el texto íntegro de la homilía del Papa Francisco (12-12-2017)
El Evangelio de la Visitación de María a Isabel que acaba de ser proclamado, hoy fiesta de Santa María de Guadalupe, es el prefacio de dos grandes cánticos: el cántico de María conocido como el «Magníficat» y el cántico de Zacarías, el «Benedictus», y me gusta llamarlo «el cántico de Isabel o de la fecundidad». Miles de cristianos a lo largo y ancho de todo el mundo comienzan el día cantando: «Bendito sea el Señor» y terminan la jornada «proclamando su grandeza porque ha mirado con bondad la pequeñez de los suyos». De esta forma, los creyentes de diversos pueblos, día a día, buscan hacer memoria; recordar que de generación en generación la misericordia de Dios se extiende sobre todo el pueblo como lo había prometido a nuestros padres. Y en este contexto de memoria agradecida brota el canto de Isabel en forma de pregunta: «¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?». A Isabel, la mujer marcada por el signo de la esterilidad, la encontramos cantando bajo el signo de la fecundidad y del asombro.
Quisiera subrayar estos dos aspectos. Isabel, la mujer bajo el signo de la esterilidad y bajo el signo de la fecundidad.
1-Isabel la mujer estéril, con todo lo que esto implicaba para la mentalidad religiosa de su época, que consideraba la esterilidad como un castigo divino fruto del propio pecado o el del esposo. Un signo de vergüenza llevado en la propia carne o por considerarse culpable de un pecado que no cometió o por sentirse poca cosa al no estar a la altura de lo que se esperaba de ella. Imaginemos, por un instante, las miradas de sus familiares, de sus vecinos, de sí misma… esterilidad que cala hondo y termina paralizando toda la vida. Esterilidad que puede tomar muchos nombres y formas cada vez que una persona siente en su carne la vergüenza al verse estigmatizada o sentirse poca cosa.
Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María «yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme». Así también este sentimiento puede estar —como bien nos hacían ver los obispos Latinoamericanos— en nuestras comunidades «indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; o en muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual».
2-Y junto a Isabel, la mujer estéril, contemplamos a Isabel la mujer fecunda-asombrada. Es ella la primera en reconocer y bendecir a María. Es ella la que en la vejez experimentó en su propia vida, en su carne, el cumplimiento de la promesa hecha por Dios. La que no podía tener hijos llevó en su seno al precursor de la salvación. En ella, entendemos que el sueño de Dios no es ni será la esterilidad ni estigmatizar o llenar de vergüenza a sus hijos, sino hacer brotar en ellos y de ellos un canto de bendición. De igual manera lo vemos en Juan Diego. Fue precisamente él, y no otro, quien lleva en su tilma la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo, sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo; la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir parte de su bendición.
Pareciera que una y otra vez Dios se empecina en mostrarnos que la piedra que desecharon los constructores se vuelve la piedra angular (Sal117,22).
Queridos hermanos, en medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad miremos la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, ella es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador que termina imponiendo —bajo slogans atrayentes— una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura. En definitiva, nuestra fecundidad nos exige defender a nuestros pueblos de una colonización ideológica que cancela lo más rico de ellos, sean indígenas, afroamericanos, mestizos, campesinos, o suburbanos.
La Madre de Dios es figura de la Iglesia (Lumen Gentium, 63) y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa. Sino, al contrario, para que cada uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas:«¡Abba!, es decir, ¡Padre!» (Ga 4,6) desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo.
Hermanos, en este clima de memoria agradecida por nuestro ser latinoamericanos, cantemos en nuestro corazón el cántico de Isabel, el canto de la fecundidad, y digámoslo junto a nuestros pueblos que no se cansan de repetirlo: Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.


- Guadalupe gana el corazón de millones de personas

Así se ha vivido la peregrinación a la Basílica de Guadalupe
Los teóricos del fin de la fe católica –que son legión en el mundo—llegado el 12 de diciembre de cada año, fruncen el ceño: algo pasa en México, en Estados Unidos, en Centroamérica, El Caribe y muchos otros rincones de la Tierra. Una devoción se desborda: la devoción a “la morenita del Tepeyac”.
Como centro neurálgico de esta auténtica peregrinación masiva, está la Basílica de Guadalupe, situada al noreste de la Ciudad de México. Entre el día 9 y hoy 12 de diciembre, las autoridades calculan ocho y medio millones de peregrinos que traen consigo toda la intención no de pedir, sino de agradecer.
Tocar a la Madre del verdaderísimo Dios
Tan solo la noche de ayer y la madrugada de hoy, se hicieron presentes en la Basílica cuatro y medio millones de mexicanos, estadounidenses, salvadoreños, guatemaltecos y quién sabe cuántas otras nacionalidades, para expresar su gratitud por aquella que le dijo a San Juan Diego, durante una de sus apariciones, que no tuviera miedo sobre la enfermedad de su tío Juan Bernardino: “¿Qué no estoy yo aquí que soy tu madre?”.
El mismo sentimiento de pequeñez y de maternidad es el que asalta a los peregrinos. Ayer y hoy se han roto todos los récords de asistencia: cinco por ciento más personas que en 2016 y, seguramente, cinco por ciento menos que peregrinarán hasta la Basílica de Guadalupe el próximo 2018
Todos con ella
La madrugada de hoy, artistas, conductores de televisión, cantantes, turistas, pueblo fiel, se dieron cita en la explanada mariana para cantarle a la Virgen “Las Mañanitas”, la popular canción que en México se entona en la mañana a la persona que cumple años. Y ese mismo gesto se repitió en todas las parroquias dedicadas a Guadalupe o en todos los templos que tienen en su interior una imagen de la Emperatriz de las Américas.
En la Basílica, cientos de miles fueron a dar gracias a la Virgen por los favores recibidos. Los testimonios de fe incluyen un sincretismo religioso alucinante. La paga de “mandas” por ejemplo. Una mujer entrada en años se acerca penosamente, de rodillas, a la Basílica, en medio de la multitud que caldea un poco el ambiente gélido de este 12 de diciembre bajo cero en la Ciudad de México. Viene del vecino Estado de Hidalgo, ya ensangrentada, a dar gracias a la virgencita por haber curado a su hija de leucemia.
Con una jaculatoria en los labios: “Santa María de Guadalupe, Reina de México, ruega por tu nación”.
Mediadora de amor
Desde luego, los hombres de “ciencia” y los escépticos se encogen de hombros. “Se curó solita”, dirán. O por los medicamentos del Seguro Popular. Nadie ni nada convencerá al pueblo fiel de México que fue la Virgen. Y que ella está aquí como mediadora de amor, para acunarlos en sus brazos, para hacer de sus pequeños, como hizo con San Juan Diego, queridísimos suyos, sus hijos de verdad.
La madrugada de hoy hubo un componente especial: miles le pidieron fuerza a Guadalupe, con el puño en alto, para hacer frente a las consecuencias que tuvieron en el país los terremotos del pasado mes de septiembre. En el atrio de la Basílica se volvió a repetir el puño en alto que dio la vuelta al mundo como símbolo del eslogan popular que nació de entre las ruinas y el desastre: “¡Fuerza México!” Hoy se vieron muchos más jóvenes que en otros años. Muchos de ellos caminando de las 11 de la noche, desde el Auditorio Nacional, hasta la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México: 12 o 13 kilómetros de aglomeraciones, frío y esperanza.
Esperanza en un país con 40,000 “desaparecidos”, con el nivel más alto de homicidios dolosos de su historia en el pasado mes de octubre; con 60 millones de pobres y con una amenaza constante por su principal socio comercial situado al norte del Río Bravo. Esperanza que solamente puede darle a los mexicanos –y con ellos a todo el Continente—la Emperatriz de las tres Américas y del Caribe.
Y una canción como estribillo que hoy se canta en cada pedazo de México: “Desde el cielo una hermosa mañana, la Guadalupana, la Guadalupano, la Guadalupana bajó al Tepeyac”.


- Santa Maria de Guadalupe, es nuestra Madre

SI NO FUERA POR LA VIRGEN DE GUADALUPE… 
+ Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de Chiapas
VER
En México, con cerca de 120 millones de habitantes, el 83.9% se declara católico, según el censo oficial del año 2010. Hubo un descenso de católicos, pues en el año 2000, éramos el 88.22%. Disminuimos 4.32%.
No todos los que dejaron de ser católicos se pasaron al protestantismo. Lo más preocupante es el alto número de personas que se declaran “sin religión”; son el 12.10% de la población. También tenemos pequeños grupos de musulmanes, judíos y algún budista, más agnósticos e indiferentes, y hasta anarquistas de profesión.
Pero sería mucho menos el porcentaje de católicos, si no fuera por lo que significa para la mayoría el hecho guadalupano. La Virgen de Guadalupe significa tanto, por su amor, su cercanía, su inculturación, sus detalles tan tiernos y maternales, que aunque muchos se alejan de la estructura eclesial, no pierden su devoción hacia ella. Esto les mantiene en el catolicismo.
En estos días de sus fiestas, no son cientos ni miles, sino millones que visitan sus santuarios y le expresan de mil formas su amor. Llama la atención la serenata que le brindan importantes artistas en su Basílica. En el sur del país, las llamadas “antorchas” son un fenómeno creciente y elocuente. Miles de jóvenes, también algunos niños y adultos, recorren largas distancias, en relevos, con una llama encendida y con muchos símbolos guadalupanos...Algunos peregrinan toda la noche, o en la madrugada, a pesar del frío. Son estas expresiones guadalupanas las que han ido abriendo el camino de la evangelización, pues por todas partes hay ermitas dedicadas a la Virgen, cuando antes no se podían edificar capillas fuera de la cabecera municipal. Ella abre los corazones, y a partir de esta devoción, llegan la Palabra de Dios y los sacramentos. Critican esto los que todo lo observan desde la comodidad de su casa, pero no son capaces del más pequeño sacrificio para expresar públicamente su fe.
PENSAR
El Papa Francisco, el 12 de diciembre de 2016, dijo en la celebración que realizó en la Basílica de San Pedro: “Celebrar a María es, en primer lugar, hacer memoria de la madre, hacer memoria de que no somos ni seremos nunca un pueblo huérfano. ¡Tenemos Madre! Y donde está la madre, hay siempre presencia y sabor a hogar. Donde está la madre, los hermanos se podrán pelear, pero siempre triunfará el sentido de unidad. Donde está la madre, no faltará la lucha a favor de la fraternidad.
Celebrar la memoria de María es afirmar contra todo pronóstico que en el corazón y en la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza, no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza. Al igual que Juan Diego, sabemos que aquí está nuestra madre, sabemos que estamos bajo su sombra y su resguardo, que es la fuente de nuestra alegría, que estamos en el cruce de sus brazos”.
ACTUAR
A partir de esta piedad guadalupana, anunciemos el misterio de Jesucristo, en que encuentran su raíz y culmen la vida y la acción de María. Y que este gran río humano de peregrinos desemboque en la construcción del México justo y fraterno que Jesús y su Madre desean. Y a quienes menosprecian estas manifestaciones populares, sólo les recomiendo que se acerquen a las personas y conozcan el fondo de su corazón.

martes, 12 de diciembre de 2017

- El acontecimiento guadalupano en resumen

El 9 de diciembre de 1531 la Virgen se le apareció a un humilde indio, convertido al cristianismo, llamado Juan Diego, en un lugar denominado Tepeyac. María se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.
La Reina del Cielo le encomendó que en su nombre le pidiese al obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición.
El Obispo no aceptó la idea y la Virgen le pidió que insistiera. Al día siguiente, San Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas del prodigio.
El martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó y lo invitó a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera.

 A pesar de la estación invernal y la aridez del lugar, San Juan Diego encontró rosas muy hermosas y la colocó en su “tilma”. La Virgen entonces le mandó que se las presentara al Obispo. Estando Juan Diego frente al Obispo abrió su “tilma” y dejó caer las flores. En el tejido apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe. El Obispo y otras personas presentes cayeron de rodillas con gran asombro. Luego Mons. Zumárraga pidió perdón.
Al día siguiente fueron al monte del Tepeyac, donde de inmediato la gente se ofreció para elevar el templo.
Con el manto, la Virgen trajo reconciliación entre nativos y españoles, pues con los símbolos que allí aparecen, las dos culturas podían entender perfectamente el mensaje del Cielo. De igual modo, les ayudó a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie, sino un don de amor para todos.