Millones de personas celebran este 12 de diciembre el aniversario 487 de las apariciones de
la Virgen María en el Tepeyac, y como
cada año, la Guadalupana nos recuerda que, pese a las diferencias políticas y
sociales, como pueblo mayoritariamente cristiano tenemos un patrimonio común:
nuestra fe en Jesucristo y nuestra veneración a Ella.
Particularmente
en este momento histórico, Santa María de Guadalupe nos dice, a través de su
mensaje de amor, que es de su mano como podremos reconstruir el tejido social y
encontrar la paz, dos anhelos que sólo pueden hacerse realidad mediante la
colaboración de todos los que habitamos estas tierras, unidos en el encuentro
con su hijo Jesucristo.
“México
cristiano, corazón guadalupano”, es la frase que sintetiza la identidad de este
noble pueblo que, por desgracia, ha conocido incontables episodios adversos
como consecuencia del desprecio a los más altos valores evangélicos.
La profunda devoción del pueblo mexicano a la Virgen de Guadalupe,
que se vio reflejada como todos los años en la asistencia masiva de peregrinos
al Tepeyac, especialmente durante sus festividades, da cuenta de la fe viva de
este pueblo que la Madre de Dios ha elegido como centro para mostrar a su Hijo
a todas las naciones.
“Hijito mío, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No soy yo vida
y salud? ¿No estás en mi regazo y corres por mi cuenta?”. Estas
palabras de la Guadalupana siguen llenando de consuelo a millones de mexicanos
que han perdido el rumbo en su vida, que ante múltiples circunstancias adversas
encuentran la certeza de alguien que los ama.
Lo
cierto es que las amenazas, incertidumbres y temores se desvanecen cuando
contemplamos el rostro amoroso de la Guadalupana plasmado para siempre en la
humilde tilma de un hombre bueno y generoso –como la mayoría de los mexicanos-
que supo no ceder a la tentación de poner en duda el plan de Dios, y en lugar
de eso atendió la voz del cielo para cambiar el destino de una nación.
Hoy
la Virgen de Guadalupe nos llama, con la misma delicadeza con que se dirigió a San Juan Diego, a no olvidar que su Hijo está con
nosotros, atento a nuestras necesidades y dispuesto a caminar de la mano,
siempre y cuando tengamos la intención de dejarnos salvar por Él. Hoy, como
hace 487 años, la Morenita habla a los mexicanos también con aquella
insistencia con que interpeló a su mensajero, para pedirles que cumplan lo que
Dios quiere de este pueblo: trabajo, honestidad, generosidad, compromiso
social, y sobre todo, fidelidad al verdadero Dios por quien se vive.
Las fiestas guadalupanas nos ofrecen la oportunidad de trabajar
en dos dimensiones fundamentales: lo religioso y lo social, a fin de dejar de
lado las discordias, contemplarnos como hermanos y servir a México desde
nuestros respectivos ámbitos.
La
Virgen de Guadalupe debe ser icono y
paradigma para la nueva etapa política de nuestro país. Su acción conciliadora
a través de Juan Diego para impulsar la unión de un pueblo naciente es un
ejemplo vigente para encontrar un camino para todos, aún cuando existen
profundas diferencias.
Hoy
más que nunca, Guadalupe es un estandarte para encontrar la paz en una nación
con muchas heridas, pero en la que Ella ha querido quedarse para siempre.