Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

jueves, 27 de agosto de 2015

- SANTA MARIA DE GUADALUPE ES MENSAJE DE VIDA

En un momento tan difícil que estamos sufriendo, en donde la violencia, el crimen, la corrupción, el secuestro; así como los asesinatos, los desaparecidos y otros males nos ahogan, el mensaje de la Virgen de Guadalupe adquiere una singular importancia. Un mensaje que seguramente desde hace muchísimos años conocemos, pero que no hemos sabido o querido vivir; y, por ello, el rumbo que se está tomando resulta de preocupante atención, en donde parecería que la vida humana no se valora más y lo peor sería que nos fuéramos “acostumbrando” a este ambiente de muerte y destrucción.
La Virgen de Guadalupe da un mensaje de vida que trasciende tiempos y espacios; si bien, sus apariciones, o diremos con mayor precisión, su encuentro con el ser humano, fueron del 9 al 12 de Diciembre de 1531, Ella siempre se encontrará con el corazón de sus hijos, de una manera muy especial, con el corazón que sufre y que llora. Ella atiende con personal cuidado a los hermanos más aban­donados y despreciados.
Ella ha venido a dar todo su Amor-Persona, que es su amado Hijo, el verdaderísimo Dios por quien se vive. Ella es quien nos entrega al Creador de la vida para que nosotros tengamos vida y la tengamos en abundancia; de esta manera, su mensaje es un mensaje vivo, es un mensaje pleno, es un mensaje eterno.
Este mensaje no puede quedar encerrado, así que el alegre impulso que viene desde adentro, con la fuerza del Espíritu Santo, es entregar este mensaje a los demás, es entregarlo en el servicio, en el perdón, en la misericordia, en el amor; y es así que el mundo puede cambiar, pues el primer movimiento es abrir el corazón al poder del amor de Dios, a la vida de Dios, y con esto seguir descubriendo su Rostro en el rostro de cada hermano, especialmente el rostro del hermano abatido y abandonado y así crear una nueva humanidad, una nueva civilización del Amor de Dios, en donde Dios nos limpia el corazón y el alma y nos sana desde lo más profundo de nuestro ser, dándonos su propia vida. Es este el único camino para sanar nuestra comunidad, nuestra sociedad, nuestro pueblo. Es este el mensaje de vida que nos entrega Santa María de Guadalupe, una madre que nos enseña a seguir y tener un encuentro con el verdadero Dios y Señor, el Dueño de la vida.
Es evidente que esta vida pasa como un soplo, cuando menos se piensa ¡se acabó! Dios nos llamará a su presencia ¿Y qué clase de persona seremos ante Él? ¿Alguien que en realidad nunca vivió, pues sólo fue un ser lleno de soberbia y de rencor, de donde sólo surgió muerte y destrucción? ¿O seremos ese ser que supo poner todo su esfuerzo para que la vida de Dios fuera la fuente de su servicio y de su amor por los demás?
Una vez más, en este mes de Diciembre, vivimos las fiesta de Santa María de Guadalupe, quien nos da el mensaje máximo de la vida, dependerá de todos y cada uno de nosotros si queremos salir de este entorno de muerte y respirar el espíritu de la vida divina que nos da la plenitud que tanto estamos buscando o seguir en el sepulcro de nuestros egoísmos y de nuestros crímenes.

Boletín Guadalupano, Diciembre 2014 (Dr. Eduardo Chávez Sánchez)

domingo, 9 de agosto de 2015

- La Casita sagrada hoy, Homilia Cardenal de México

Homilía pronunciada por el Sr. Cardenal Norberto Rivera C., 
Arzobispo Primado de México, en el XIII Aniversario de la Canonización de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, 
en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
31 de julio de 2015

El día de hoy estamos de fiesta, la fiesta del amor de Dios, que se manifestó en este lugar por medio de su Madre, Santa María de Guadalupe, quien eligió a un humilde macehual, san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, como mensajero de este amor de Dios. Estamos en este sagrado, lugar en donde ella quiso se le construyera su “Casita sagrada”, para manifestarlo, para ensalzarlo, para ofrecerlo a Él que es su Amor-Persona. Una “Casita sagrada”, un “templo”, en cuyo centro estaría siempre Jesucristo, su amado Hijo, el verdaderísimo Dios por quien se vive. Ella quería una “casita sagrada”, el hogar del Dios Omnipotente, ya que venía a estar en medio de su familia, es decir, en medio de nosotros.
Y para que se construyera esta “Casita sagrada” era necesario la aprobación del obispo de México, y fue esta, precisamente, la misión de su pequeño hijito, Juan Diego, el llevar este mensaje al obispo, para lograr el consentimiento del mi dignísimo antecesor, fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México.
¡Qué mejor lugar como éste, para manifestar nuestra dicha de que un hombre humilde y sencillo como san Juan Diego haya sido canonizado! Un hombre que cumplió fielmente su misión, pese a las dificultades, y lo logró lleno de la alegría que sólo da la fe. Y decimos que “pese a las dificultades” pues una de las más grandes que tuvo que enfrentar fue el ver a su tío anciano, Juan Bernardino, como iba siendo consumido por la enfermedad y la muerte, y sin que él pudiera hacer nada. Y fue precisamente aquí, en donde la Virgen de Guadalupe le dice que su tío ya estaba bien, que ya había sanado, y Juan Diego tuvo fe, le creyó a la madre de Dios y su madre.
Qué mejor lugar como este para celebrar que san Juan Diego, en un día como hoy, 31 de julio, pero del año de 2002, se proclamó que ya estaba en la “Casita Sagrada del cielo”, que era cierto lo que decían los mismos indígenas sobre la persona de este indígena humilde, que era un “hombre santo”, un “hombre santísimo” y que todo esto fue confirmado en la Santa Misa de Canonización presidida por otro varón santísimo, san Juan Pablo II.
Santa María de Guadalupe viene a que se realice la construcción de esta “Casita sagrada”, que no es otra cosa sino el que todos seamos Familia de Dios, lugar del encuentro con Dios, en la oración, en el diálogo permanente con aquel que es el Amor y es quien más nos ama; una “Casita sagrada” en donde todos nos esforcemos en poner todo nuestro esfuerzo para vivir como hermanos, que nos esforcemos por ser solidarios, misericordiosos, servir, ayudar y amar al otro simplemente por amor. Y así es como siempre actuó María.
Ciertamente, Jesús, José y María tuvieron que vencer muchos problemas, y alguno de estos muy grave como cuando José tomó a su esposa y a su hijo para protegerlos de las manos de aquel que quería destruirlo. Una familia que por el amor de Dios, que los unía, salieron delante de toda dificultad.
Así, la familia actualmente tiene que superar muchas adversidades, como lo recordó nuestro amado Papa Francisco en su visita apostólica en Bolivia en julio pasado, cuando señaló que la familia estaba “amenazada por todos lados”, y enumeró algunas de estas amenazas que buscan destruirla, como por ejemplo: “la violencia doméstica, el alcoholismo, el machismo, las drogas, el desempleo, la inseguridad civil, el abandono de las personas mayores, los niños de la calle, y las pseudo-soluciones generadas por una perspectiva que no ayuda a la familia”, así mismo, el Santo Padre añadió que todo esto que desgarraba a la familia era como “una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que hemos hecho nacer.”
Pero también el Papa Francisco nos dice con una grandísima esperanza que “la muerte no tiene la última palabra”. 
Exactamente como la Virgen de Guadalupe se lo expresó a san Juan Diego: “no tengas miedo, ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu madre? ¿Acaso no soy tu protección y resguardo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría?...” (Nican Mopohua, v. 119)
Ella misma experimentó la alegría de Dios en su propia familia. Desde el momento en que María tiene la inmensa alegría de ser la Madre de Dios bajo la sombra del Espíritu Santo y, precisamente, siendo inspirada por este mismo Espíritu de Dios, Ella fue a ayudar a su prima Isabel, a servirla para dar la bienvenida a un niño, que representa el milagro de vida gracias a la compasión de Dios, y no podía ser de otra manera, cuando la vida de este niño surgía del vientre estéril de su prima. Por el amor del verdadero Dios misericordioso la familia de María se iba a acrecentar. 
Ser instrumentos del amor de Dios y tener su bendición en la vida de un niño, es un gran don de Dios que llena el corazón de alegría y de alabanza que no puede encerrarse, sino que se proclama con la alegría y la emoción de saberse en los brazos amorosos de Dios, como lo hizo de una manera hermosa la prima de Isabel cuando al ver venir a su prima María, quien venía con Jesús en su Inmaculado vientre y con los brazos abiertos a darle una abrazo lleno de alegría y felicitación, lleno del calor de familia, lanza su testimonio con fuerte y humilde voz: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?” (Lc, 1, 39) Y el fruto de sus entrañas brincaba de alegría, la vida milagrosa que venía de Dios a pesar de todas las contrariedades, saltaba llena de alegría en las entrañas muertas, pero que ahora habían sido tocadas de manera milagrosa por aquel que es el Dueño de la Vida, dice Isabel: “A penas llegó tu saludo a mis oídos el niño saltó de alegría en mis entrañas.” (Lc, 1, 44).
.... Una familia que es regalo de Dios, y en donde todos pusieron su mejor esfuerzo, todo su corazón, todo su amor, en el plan maravilloso y extraordinario de la salvación de Dios.
Un plan de salvación que nos hace plenos en el amor y en la alegría de compartirlo; hacer de todos y, de una manera especial, del hermano más necesitado, nuestra familia. Compartir esta alegría inmensa que se desborda, precisamente como lo dijo Santa María de Guadalupe a san Juan Diego: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy la fuente de tu alegría?” Como también lo dijo el Papa Francisco, “sin alegría, nosotros los cristianos no podemos ser libres, nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas”. (Homilía, 31 de marzo de 2013).
Gracias Dios Omnipotente, Señor de la Vida, por darnos el tesoro de la vida y de la familia, gracias por llamarnos a cada uno de nosotros para que pongamos nuestro mejor esfuerzo en favor de la vida y de la familia, gracias por san Juan Diego que nos dio ejemplo de santidad en la solidaridad, en el cuidado, en la protección, en la atención y en el amor para con la familia, ayúdanos a construir, llenos de alegría, ésta, tu “Casita Sagrada”, en donde siempre se bendiga tu nombre, Dios de la vida, Dios de la familia, Dios del amor.


sábado, 8 de agosto de 2015

- Oración a San Juan Diego

Oración a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin

Querido Juan Diego, muéstranos dónde quiere la Reina del Cielo,
nuestra amada Niña, nuestra Madre, nuestra Señora de Guadalupe
que le edifiquemos su templo;
en qué corazón, en qué alma, en qué espíritu
debemos construir la fe, esperanza y amor.
Dinos dónde recogiste estas hermosas flores
llenas de rocío matinal, dónde estaban arraigadas,
quién las hizo crecer para nosotros, quién las acarició y las acomodó en tu tilma. Queremos ser esas nuevas rosas que florezcan en nuestro valle
a veces tan frío, tan árido de civilidad.
Queremos seguir dibujando con el pincel del Espíritu de Dios el rostro mestizo y moreno de cada habitante de esta ciudad, rostro donde resida y crezca el amor.

Dinos, querido Juan Diego, indio diligente y obediente,
indio noble y paciente, indio fiel y verdadero,
dónde debemos ir, por cuál sendero debemos caminar,
para llevar a este pueblo delante de santa María de Guadalupe,
para que sean escuchados sus ruegos,
sus tristezas, sus llantos,
para que sean acariciados por esas manos cobijadoras de Madre.

Condúcenos, amado Juan Diego,
ante la Muchachita Morena del Tepeyac,
nuestra Madre amorosa y compasiva,
pues creemos en el mensaje del que fuiste testigo
y nos has transmitido como fiel misionero de Dios.
Por ti sabemos que la Reina y Señora
nos ha colocado en su corazón,
que estamos bajo su sombra y resguardo,
que es la fuente de nuestra alegría,
que estamos en el hueco de su manto, en el cruce de sus brazos;
sabemos y estamos seguros de que es ella
quien nos conduce al verdadero Dios por quien vivimos y somos.
Gracias, Juan Diego, varón santo,
felicidad de México, de América y de la Iglesia entera.
Amén. –
+Cardenal Norberto Rivera Carrera

Arzobispo de México