1531: Dios mismo interviene por medio de su Madre,
Santa María de Guadalupe.
Poco
después de la llamada Conquista de México, en 1521, y los dramáticos siguientes
años de una nueva estructura a todo nivel para estas nuevas tierras; llegaron
los primeros misioneros para la evangelización en este nuevo mundo; pero las
cosas no iban a ser nada fáciles en esta titánica misión, especialmente, con la
tremenda depresión que vivieron los indígenas y con el anti-testimonio de los
que se decían católicos.
Ciertamente,
los primeros misioneros, tanto franciscanos como dominicos y el primer obispo
de México, Fray Juan Zumárraga, realizaron una labor admirable; fueron
defensores de los indígenas y denunciadores de injusticias; trataron de
evangelizar a los nativos bajo los principios de un catolicismo del siglo XVI.
Muchos de los indios fueron convertidos gracias a los frailes, su testimonio y
su gran esfuerzo iba dando fruto, la catequesis y la instrucción se fue dando
poco a poco. Recordemos que san Juan Diego fue convertido a la fe católica
gracias a ellos.
No hay
duda de que los primeros misioneros constituyeron una de las piezas claves para
la evangelización de esta bendita tierra; pero el trabajo se presentaba inmenso
y, en mucho, fuera de su control; no sólo de frente a la evangelización de los
indígenas sino, como decíamos, ante la conversión de sus mismos paisanos; la
población indígena estaba traumada por la Conquista, diezmada por la terrible enfermedad,
había confirmado por sus propios ojos que los astros seguían sus ciclos sin necesidad
de los corazones ni del líquido precioso de la sangre que se vertía para darles
vida, no había necesidad de sacrificar a sus hijos a las antiguas deidades, los
astros continuaban su ciclo, o ¿cuánto más iban a durar? Los misioneros les
decían que todas sus creencias eran del diablo; Satanás había capturado las
almas de sus antepasados con sus infinitas mentiras; habían sido burdamente
engañados.
Por
otro lado, algunos españoles, especialmente los que sustentaban el poder civil
de la Primera Audiencia, que se decían católicos y que, sin embargo, se
afanaban al adorar a su dios oro, que había llevado a este imperio a una
terrible destrucción y su esclavitud, españoles que ante su sed de poder y
poseer no dudaron en ir en contra, incluso, de su obispo a quien habían
afrentado e intentado asesinar… ¿Cómo poder hablar del amor del verdadero Dios,
de su Iglesia, donde de manera más clara se manifiesta este amor para con todos
que somos hermanos, especialmente por medio del Evangelio, de los Sacramentos,
del Magisterio y de tantos y tantos dones, para merecer la vida eterna?
Ante
todo, evangelizar este contexto histórico, simplemente, era imposible para los
hombres, pero, no para Dios. Por ello es muy justo lo que decía el obispo de
México, fray Juan de Zumárraga: “si Dios no provee con remedio de su mano está
la tierra en punto de perderse totalmente.” La total oscuridad se cernía en el Anáhuac.
Ante
el clamor del obispo fray Juan de Zumárraga en ese año de 1529: “si Dios no
provee con remedio de su mano está la tierra en punto de perderse totalmente”, Dios interviene por medio de
lo más amado para Él, su propia Madre. Ella, la primera discípula y misionera
del Amor de Dios, es la Estrella de la Evangelización, la Estrella de la
Esperanza.
Si
bien, una aparición escapa a la razón y trasciende la historia; no se puede negar
su repercusión, por lo que se pueden estudiar los rastros, los signos y los
elementos, que haya dejado y con los cuales haya marcado la historia.
Actualmente, se
conservan muchos documentos históricos desde el siglo XVI en los que se
manifiesta ese momento maravilloso de la intervención divina; un Dios que toma
la iniciativa de entregarse con el ser humano por medio de Su Madre, Santa
María de Guadalupe, quien ha elegido a un indígena macehual, humilde y
sencillo, con un alma transparente y candorosa, Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Hermano devoto de la
Virgen de Guadalupe: “Dios insiste en amarte, con todo su corazón, con lo más
amado y precioso, su Madre Santísima de Guadalupe y sigue insistiendo en
encontrarse contigo, de corazón a corazón; ciertamente habrán muchos obstáculos
que otros nos impongan o que nosotros mismos nos imponemos; pero, a pesar de
todo, Él insiste en amarte, amarte con todo su corazón en la tierra bendita de
tu ser”.