Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

viernes, 2 de octubre de 2020

- La Virgen nunca nos abandona

Santa María de Guadalupe, la Madre de Dios y nuestra Madre, nunca nos abandona, Ella está de pie delante de la Cruz de su Hijo; y así, Ella está de pie delante del dolor, del sufrimiento y de la muerte, pues a través de la cruz es el único camino a la Resurrección; por lo tanto, Ella está al pie delante del dolor, del sufrimiento y de la cruz en nuestros días, especialmente, ante el Coronavirus o el Covid-19; Ella se mantiene ahí junto con nosotros, porque es nuestra madre y nos ama más de lo que nosotros nos imaginamos, Ella es quien afirma tener el honor, la dicha y la alegría de serlo; Ella se ha comprometido con cada una uno de nosotros, es la Madre de todos, Ella afirma que es la Madre de: “los que me amen, los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí.” (Nican Mopohua, v. 31).

La Virgen de Guadalupe jamás nos abandona, desgraciadamente somos nosotros quienes la abandonamos, al no creer en Ella, al no buscarla, al no confiar en Ella, al rechazar su presencia en nuestro hogar y en nuestro corazón; al expulsarla de nuestros lugares de trabajo, de nuestros colegios y universidades; al descartarla de nuestra sociedad y de nuestra vida. Somos nosotros quienes la abandonamos y, con ello, pensamos que nosotros somos esos dioses; y, precisamente, ahora está enfrente de nosotros esta tremenda realidad: un virus, que ni siquiera lo podemos ver, y sin embargo, nos puede matar, un microscópico virus que nos puede destruir; la realidad es que no somos dioses, sino criaturas, criaturas débiles y limitadas.

Ella está delante de nuestro sufrimiento y dolor para ofrecernos a Aquel que es el Agua Viva, la Luz eterna, para darnos su más grande amor, su Hijo, su amado Hijo para sus amados hijos.

Ella, con su mirada misericordiosa, nos sigue amando e invitando a seguir de su mano por el camino seguro hacia Jesucristo; Ella nos ama tanto, que nos lleva en el cruce de sus brazos en el hueco de su manto; Ella nos ama tanto, que a pesar de que la abandonemos, Ella está ahí, atenta al más mínimo sentido de aceptación para darnos todo su amor; Ella nos llama tanto, que a pesar de nuestros pecados y limitaciones, Ella nos confirma que tiene el honor y la dicha de esta elección de parte de su Hijo, de entregárnosla desde la cruz del dolor y de la muerte, paso a la vida eterna, como nuestra Madre; Ella nos ama tanto, que nunca nos abandona, nosotros nunca la abandonemos.

- María de Guadalupe nos hace familia de Dios


 Es Jesucristo el que viene en el Inmaculado vientre de su Madre, Santa María de Guadalupe, del 9 al 12 de diciembre de 1531. Exactamente en un tiempo importante, la Virgen Santísima les habló a los indígenas, no sólo en náhuatl, sino con aquel venerable aliento, venerable palabra, que toca el corazón, sí… la Madre de Dios en persona, se presenta ante el humilde Juan Diego y pide la edificación de una “casita sagrada”, que los indígenas, como Juan Diego, captaron, perfectamente, que lo que Ella pedía era una nueva civilización del Amor de Dios, y que en esa “casita sagrada”, Ella ofrecería a su Hijo, su Amor-Persona, como Ella lo llama. Una “casita sagrada” que es familia, que es templo, que es Iglesia.

A través del Espíritu Santo, Nuestra Señora de Guadalupe quiere esta “casita sagrada”, y con ello, Ella quiere que entendamos que somos familia, somos la única familia de Dios, y así llamar a nuestro prójimo: “hermano”.

Somos esa comunidad del amor de Dios; y es aquí donde brota el amor por el prójimo, y nos hace a todos capaces de dignificar lo que somos: templos del Espíritu Santo. La Virgen de Guadalupe elige a un indígena como su intercesor para este proyecto de salvación y, en él, deposita toda su confianza, y le pide que vaya con el obispo para que apruebe esta “casita sagrada” que tanto desea; no fue fácil, pero lo que más angustió a Juan Diego era la próxima muerte de su tío anciano, Juan Bernardino. Esta adversidad tan grande dio pie para manifestar la maternidad misericordiosa y maravillosa de Santa María; es precisamente en este momento de agonía en donde se hace realidad lo que ya le había confirmado: era su Madre.

La Virgen se lo vuelve a decir de una forma tan vital y profunda que todavía se escucha a través de los tiempos y espacios: “No tengas miedo ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu Madre?” (Nican Mopohua, v. 119), esta profunda afirmación, le hace recordar cuando Ella le había ya dicho: “yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, y también de todas las demás variadas estirpes de hombres; los que me amen, los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí. Porque ahí, en verdad, escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores».” (Nican Mopohua, vv. 29-32).

La venerable palabra, el venerable aliento, de Santa María llegó hasta el corazón del indígena, y esto hace que se ponga de pie, y se rehace con fe y esperanza y, al mismo tiempo, el mismo se confirma en su dignidad de ser hijo de Dios e instrumento del amor divino.

Ahora, para el indígena, es un honor ser parte de esta historia de salvación y le pide a su Madre la señal para llevarla al obispo. Cuando el indígena le lleva al obispo la señal florida, bien cuidada en su tilma, el humilde laico también es testigo, no sólo de cómo la Imagen de la Virgen de Guadalupe se plasmó en ella, sino de cómo Ella tocó el corazón del obispo y cómo se arrodilló y lloró lleno de emoción ante la verdad de Dios.

En ese momento el obispo hospedó en su casa a Juan Diego, y esto significa que estamos en presencia de la familia unida en el amor misericordioso de nuestra Madre, plasmada en la tilma y en Ella, Jesucristo, en su Inmaculado vientre. Estamos ante la familia, “la casita Ante Dios nuestro Padre todos somos sus hijos, ante Jesucristo todos somos sus hermanos, ante el Espíritu Santo todos somos su templo. Somos esa única familia de Dios.

Y Ella fue quien evangelizó y convirtió al ser humano desde el corazón con su venerable aliento, venerable palabra: “¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu Madre?” Santa María de Guadalupe nos hace familia de Dios.

- María de Guadalupe, la mejor misionera

 Santa María de Guadalupe, primera discípula y misionera de Jesucristo, Estrella de la evangelización, quien danza en fiesta y oración centrada en la Eucaristía, corazón de la nueva Civilización del Amor, Ella forma Iglesia, es Madre de la Iglesia.

Todo esto converge asombrosamente con la visión de san Juan en el libro del Apocalipsis cuando dice: “Después tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra. Pues el primer cielo y la primera tierra ya pasaron; en cuanto al mar ya no existe. Entonces vi la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, del lado de Dios, embellecida como una novia engalanada en espera de su prometido. Oí una voz que clamaba desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre los hombres, fijará desde ahora su morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y él mismo será Dios-con-ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado.»” (Ap 21, 1-4).

Jesucristo ofrece su plenitud, por medio de Santa María de Guadalupe. Gracias al mensaje guadalupano se da una de las más importantes reconciliaciones y conversiones; es el gran mensaje lleno de amor, un mensaje que pudiéramos también evocar de esta forma: que la vida del ser humano, su mundo, su cultura, su civilización, en una palabra, que su ser no acababa sino que se transforma y es Jesucristo su plenitud; todo lo que los mismos indígenas esperaban en su corazón, pero habían llegado a considerar que era simplemente impensable que el Dios creador del universo pudiera siquiera fijarse en ellos como tantos cantos mexicanos lo expresaban con gran melancolía…

Por ello, los indígenas quedaron atónitos ante la realidad de que el Dios verdadero, el Dador de vida, se hacía presente en medio de ellos y nada menos que por medio de su Madre, quien manifestaba que también es Madre de todos los seres humanos. Todo, absolutamente todo, de lo que ellos podrían haber anhelado, era inmensamente superado con este encuentro de Dios, el Dueño del cielo y de la tierra, por medio de Santa María de Guadalupe.