Santa María de Guadalupe, primera discípula y misionera de Jesucristo, Estrella de la evangelización, quien danza en fiesta y oración centrada en la Eucaristía, corazón de la nueva Civilización del Amor, Ella forma Iglesia, es Madre de la Iglesia.
Todo esto converge asombrosamente con la
visión de san Juan en el libro del Apocalipsis cuando dice: “Después tuve la
visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra. Pues el primer cielo y la primera
tierra ya pasaron; en cuanto al mar ya no existe. Entonces vi la Ciudad Santa,
la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, del lado de Dios, embellecida como
una novia engalanada en espera de su prometido. Oí una voz que clamaba desde el
trono: «Esta es la morada de Dios entre los hombres, fijará desde ahora su
morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y él mismo será
Dios-con-ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte,
ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado.»” (Ap 21,
1-4).
Jesucristo ofrece su plenitud, por medio
de Santa María de Guadalupe. Gracias al mensaje guadalupano se da una de las
más importantes reconciliaciones y conversiones; es el gran mensaje lleno de
amor, un mensaje que pudiéramos también evocar de esta forma: que la vida del
ser humano, su mundo, su cultura, su civilización, en una palabra, que su ser
no acababa sino que se transforma y es Jesucristo su plenitud; todo lo que los
mismos indígenas esperaban en su corazón, pero habían llegado a considerar que
era simplemente impensable que el Dios creador del universo pudiera siquiera
fijarse en ellos como tantos cantos mexicanos lo expresaban con gran melancolía…
Por ello, los indígenas quedaron
atónitos ante la realidad de que el Dios verdadero, el Dador de vida, se hacía
presente en medio de ellos y nada menos que por medio de su Madre, quien
manifestaba que también es Madre de todos los seres humanos. Todo,
absolutamente todo, de lo que ellos podrían haber anhelado, era inmensamente
superado con este encuentro de Dios, el Dueño del cielo y de la tierra, por
medio de Santa María de Guadalupe.
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