Santa María de Guadalupe, la Madre de
Dios y nuestra Madre, nunca nos abandona, Ella está de pie delante de la Cruz
de su Hijo; y así, Ella está de pie delante del dolor, del sufrimiento y de la
muerte, pues a través de la cruz es el único camino a la Resurrección; por lo
tanto, Ella está al pie delante del dolor, del sufrimiento y de la cruz en
nuestros días, especialmente, ante el Coronavirus o el Covid-19; Ella se
mantiene ahí junto con nosotros, porque es nuestra madre y nos ama más de lo
que nosotros nos imaginamos, Ella es quien afirma tener el honor, la dicha y la
alegría de serlo; Ella se ha comprometido con cada una uno de nosotros, es la
Madre de todos, Ella afirma que es la Madre de: “los que me amen, los que me llamen, los que me busquen, los que
confíen en mí.” (Nican Mopohua, v. 31).
La Virgen de Guadalupe jamás nos
abandona, desgraciadamente somos nosotros quienes la abandonamos, al no creer
en Ella, al no buscarla, al no confiar en Ella, al rechazar su presencia en
nuestro hogar y en nuestro corazón; al expulsarla de nuestros lugares de
trabajo, de nuestros colegios y universidades; al descartarla de nuestra
sociedad y de nuestra vida. Somos nosotros quienes la abandonamos y, con ello,
pensamos que nosotros somos esos dioses; y, precisamente, ahora está enfrente
de nosotros esta tremenda realidad: un virus, que ni siquiera lo podemos ver, y
sin embargo, nos puede matar, un microscópico virus que nos puede destruir; la
realidad es que no somos dioses, sino criaturas, criaturas débiles y limitadas.
Ella está delante de nuestro sufrimiento
y dolor para ofrecernos a Aquel que es el Agua Viva, la Luz eterna, para darnos
su más grande amor, su Hijo, su amado Hijo para sus amados hijos.
Ella, con su mirada misericordiosa, nos
sigue amando e invitando a seguir de su mano por el camino seguro hacia
Jesucristo; Ella nos ama tanto, que nos lleva en el cruce de sus brazos en el
hueco de su manto; Ella nos ama tanto, que a pesar de que la abandonemos, Ella
está ahí, atenta al más mínimo sentido de aceptación para darnos todo su amor;
Ella nos llama tanto, que a pesar de nuestros pecados y limitaciones, Ella nos
confirma que tiene el honor y la dicha de esta elección de parte de su Hijo, de
entregárnosla desde la cruz del dolor y de la muerte, paso a la vida eterna,
como nuestra Madre; Ella nos ama tanto, que nunca nos abandona, nosotros nunca
la abandonemos.
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