María es la revelación de una de las facetas más importantes
del amor de Dios: el amor maternal que nos cobija durante toda nuestra
existencia y al que podemos recurrir en los momentos más oscuros, en el que
podemos confiar para evitar los vicios de egoísmo e individualismo que nos
separan de nuestros hermanos.
La figura de la Virgen María se exalta de múltiples maneras y
en especial se recuerda su papel como modelo de evangelización. Según la
Sagrada Escritura, María es la persona que mejor acepta y comprende la voluntad
de Dios y la Misión de su hijo, Jesucristo. Ella carga en su vientre la semilla
de un nuevo mundo y desde ese momento y durante toda su vida cuida y acompaña a
Jesús con amor y ternura. Y así como presencia las obras del Salvador, también
permanece a su lado en su Muerte, que le desgarra el corazón. Sin embargo, su
fe y su confianza en Dios la mantienen en pie y le permiten ser testigo de la
Resurrección y compartir el mensaje de su Hijo con las primeras comunidades
cristianas.
María padece situaciones adversas, pero también siembra la
esperanza. Por eso sabemos que a nosotros nos acompaña en las dificultades y
nos brinda calor materno con el mensaje que Jesús trajo para todos.
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