Fieles de
las regiones mazateca, mixteca y náhuatl, de la Prelatura de Huautla de
Jiménez, se reunieron como familia ante Santa María de Guadalupe.
Iniciaron la
Eucaristía con un Rito de purificación - acto propio de los pueblos indígenas
para pedir perdón a Dios, acompañado de oraciones y súplicas a Nuestro Señor.
También ofrecieron la cera, una vela encendida que entregaron al obispo, reconociendo
a Dios como dueño de todo lo creado, y pidiendo fortalecer su fe en Jesucristo
que ilumina su caminar. Cabe señalar que se realizó la Misa Oaxaqueña,
acompañada de la banda de viento tradicional; las lecturas bíblicas se realizaron
en mazateco, mixteco y nahuatl
El obispo
José Armando Álvarez Cano expresó que han venido de las montañas de Oaxaca, con
su cultura, sus bailes, su música y sus lenguas, a realizar oración y agradecer
a la Virgen por sus dones y su presencia.
En su
homilía reflexionó sobre la Trinidad desde la experiencia de familia, que es
distinta en cada uno, pero fundamental para el equilibrio, la felicidad y el
desarrollo de las personas. Aclaró que la familia no sólo son los hermanos sino
la comunidad, el país y la Iglesia. Añadió que fuimos creados a imagen y semejanza
de Dios, en esa comunidad, por eso los seres humanos “tenemos necesidad de
comunicarnos, de amarnos, de sentirnos parte de un grupo”, pero el pecado y el
egoísmo han entrado a formar parte de nosotros.
Anotó que
hoy la familia pasa por una grave crisis; la familia mexicana está herida por
la violencia, la corrupción y el abandono de sus autoridades, lo cual se agrava
en sus pueblos, en donde además hay división, falta de oportunidades y la
mayoría han tenido que emigrar buscando mejores condiciones de vida. Añadió que
la familia humana también está herida por varias situaciones.
Por ello
vienen a orar, no a enajenarse, sino porque la oración sirve para tres cosas:
tomar conciencia de una realidad que se vive; verla con esperanza y fortalecerse
porque se coloca en manos de Dios; y actuar y comprometerse por aquello que se
ora.
Consideró
“que todos somos conscientes de que no nos espera un camino fácil ni rápido”, y
exhortó a tener paciencia para trabajar y empezar a sembrar “desde nuestras
familias”, como ciudadanos, sociedad civil, y como cristianos desde la familia
de la Iglesia. Hizo votos para que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
conduzcan este proceso y sea una realidad en las familias. “Que ellos sean
nuestro modelo y fuente de santidad, y sobre todo, nuestra fortaleza”.
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