Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

lunes, 26 de junio de 2017

- La aparición de la Virgen, según el Papa Francisco

Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de toda América. Con esta ocasión, deseo saludar a los hermanos y hermanas de ese Continente, y lo hago pensando en la Virgen de Tepeyac.
  Cuando se apareció a san Juan Diego, su rostro era el de una mujer mestiza y sus vestidos estaban llenos de símbolos de la cultura indígena. Siguiendo el ejemplo de Jesús, María se hace cercana a sus hijos, acompaña como madre solícita su camino, comparte las alegrías y las esperanzas, los sufrimientos y las angustias del Pueblo de Dios, del que están llamados a formar parte todos los pueblos de la tierra.
  La aparición de la imagen de la Virgen en la tilma de Juan Diego fue un signo profético de un abrazo, el abrazo de María a todos los habitantes de las vastas tierras americanas, a los que ya estaban allí y a los que llegarían después.
  Este abrazo de María señaló el camino que siempre ha caracterizado a América: ser una tierra donde pueden convivir pueblos diferentes, una tierra capaz de respetar la vida humana en todas sus fases, desde el seno materno hasta la vejez, capaz de acoger a los emigrantes, así como a los pueblos y a los pobres y marginados de todas las épocas. Ameérica es una tierra generosa.
  Éste es el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe, y éste es también mi mensaje, el mensaje de la Iglesia. Animo a todos los habitantes del Continente americano a tener los brazos abiertos como la Virgen María, con amor y con ternura.
Papa Francisco, Audiencia general 11 diciembre 2013

sábado, 24 de junio de 2017

- La Virgen de Guadalupe no es un símbolo

A la luz de la documentación històrica y de la antropologìa religiosa, los indios neobautizados veneran bajo la advocación de Virgen de Guadalupe la persona històrica de Marìa de Nazaret, Madre de Jesùs, Verbo encarnado en su seno, como lo indica claramente la iconografia del “ayate” guadalupano y las indicaciones precisas de los documentos indígenas.
  No es simplemente la transposición de un sìmbolo. Para los màs antiguos documentos guadalupanos, Guadalupe es un acontecimiento històrico. Los documentos guadalupanos muestran cómo de algunos sectores religiosos, y precisamente los más interesados en la evangelización, como los misioneros franciscanos, fueron los mas reacios a aceptar los hechos. Ello prueba que no pudo ser un invento ni una creación misionera, y menos aún criolla tardía. Fue un hecho que se impuso por su evidencia.
 Solo la Virgen, a travès de su mensajero san Juan Diego, podìa lograr una síntesis entrañable entre mundos tan extraños y aparentemente tan opuestos. Su cara algo morena pero plena de ternura, su mirada de Madre misericordiosa estaba y està diciendo que quería misericordia y no sacrificios; encuentro cordial y no frontal o fatal desencuentro: reconciliación y no humillación.
  La joven mujer vestida de sol que se apareció a Juan Diego en el Tepeyac estaba pidiendo comunión fraterna y cristiano mestizaje. Muchos indios entendieron el mensaje a la primera; a algunos españoles quizà les costò más tiempo. Pero a pesar de todos los pesares y de ciertas asperezas, el milagro de la evangelizaciòn, del encuentro y del mestizaje se produjo. Y ahí està ¡Gracias a Ella!


martes, 13 de junio de 2017

- La "casita sagrada" que la Virgen pidió

El gran deseo de Santa María de Guadalupe es que se le edificara una “casita sagrada”, un hogar sagrado en donde “Ella mostraría, ensalzaría, manifestaría y entregaría todo su Amor-Persona, es decir, Jesucristo, el Salvador y Redentor”. En este hogar, en esta “casita sagrada”, construida en el llano del Tepeyac, es decir, en la raíz de lo sagrado y de lo verdadero, es en donde Ella ofrecería a su Hijo amado.
Santa María de Guadalupe continúa afirmando que “Él es su mirada compasiva, su auxilio y su salvación”. El verdadero Dios, Dueño del cielo y de la tierra, se ofrece en totalidad e incluso viene a vivir en este pedazo humilde y pobre de la creación. Es una verdadera manifestación de Dios que se entrega por amor a cada uno de nosotros.
Tenemos que recordar que lo primero que construían los mexicanos para hacer un nuevo pueblo era precisamente el templo, no se iniciaba la construcción de un pueblo, o una ciudad, o una civilización, sin que primero se construyera el templo; de esta manera los indígenas identificaban su nación, su pueblo, su civilización, precisamente, con el lugar que les daba su identidad sagrada. La Virgen María realizó una evangelización perfectamente inculturada al iniciar una nueva civilización pidiendo la construcción de esa “casita sagrada” que confirmaba una nueva creación que surgía desde lo más profundo del ser abatido, el indígena derrotado.
Ahora comprendemos mejor la gran admiración y la inmensa alegría que suscitaría entre los indígenas el conocimiento de este gran suceso, cuando san Juan Diego lo informará desde el primer momento; pues serían conscientes que este encuentro con Ella, al mismo tiempo, era un encuentro con el único y verdadero Dios. La alegría no cabría en sus corazones al ser testigos de que el “Dios por quien se vive” venía a encontrarse con ellos; que a ese Dios sí le importaba el ser humano, que ese Dios es amor y que ahora venía a ellos por medio de lo más significativo y amado para Él que era su propia Madre, a quien hizo nuestra Madre y Ella aceptó.
Queda claro que el punto central del mensaje de la Virgen de Guadalupe no era Ella, sino su Hijo Jesucristo; Ella quería un templo, su “casita sagrada”, efectivamente, es de Ella, pero el centro de esta “casita sagrada” es Jesús, su Amor-Persona.


- El rostro y el nombre de Santa María de Guadalupe

Dios, por medio de su Madre, Santa María de Guadalupe, hace una verdadera integración, armoniza lo que, a los ojos humanos, era simplemente imposible, pero no para Dios, por lo que se logra que Ella forjara una patria en donde surge una raza nueva, si, nada fácil, o como algunos dicen, “un nuevo pueblo fue parido con dolor”, es verdad, hubo tremendas dificultades, sin embargo, estamos ante una realidad, somos esta nación mestiza, este pueblo que se compone de tantas razas, un nuevo pueblo.
Santa María de Guadalupe se presenta como una mujer de rostro mestizo, Ella ha tomado como su identidad a los más desprotegidos, los más pobres, los más abatidos, los más despreciados del mundo. Ella sabe inculturar el Evangelio entre los más pobres y sencillos; cuando los indígenas expresaban: “su rostro no es ni de ellos [españoles] ni de nosotros [indígenas], sino de ambos”; es decir, que el identificarse con su rostro mestizo nos compromete a vivir como hermanos; en el amor entre nosotros se manifiesta el rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe, de la Morenita, como también amorosamente se le dice. Esta es una expresión genial, verdaderamente admirable, pues los indígenas han captado su rostro mestizo, que se da en la medida en que nosotros nos veamos como hermanos.
Y para completar este cuadro, también es muy importante el nombre que eligió la Madre de Dios: Santa María de Guadalupe, “María” de origen judío y “Guadalupe”, de origen árabe, es decir, las dos grandes razas culturales y religiosas, lo judío y lo árabe, que en esos años habían sido expulsadas de España. Así, en su nombre, Santa María de Guadalupe, une, armoniza, ama, y hace del pobre, marginado, despreciado a los ojos del mundo, su identidad.

Como se puede notar es muy importante el nombre verdadero que Ella elige como su identidad: “Santa María de Guadalupe”. Ni los españoles se lo pusieron, ni los indígenas lo comprendieron mal con algún nom­bre indígena. Sino que fue Ella quien eligió esta identidad. Y con toda claridad lo dice en el manuscrito náhuatl de Antonio Valeriano. Ella, es Ella, quien desea llamarse con estos nombres de origen judío y árabe, hijos del mismo Abraham. En Ella se da la identidad de la paz, de la armonía, de la nueva vida.

sábado, 3 de junio de 2017

- La Virgen de Guadalupe y las conversiones en México

Antes de la Aparición de la Virgen de Guadalupe la tarea de evangelizar a los indígenas mexicanos llegó a ser prácticamente imposible. Los indios habían sido conquistados, estaban enfermos (epidemias, cólera..) y experimentaban una profunda y general depresión ante la caída de sus dioses y su imperio. Por el otro lado, los españoles estaban divididos: unos adorando a los ídolos del oro, el poder y la fama, llegando incluso a intentar ellos mismos, asesinar al Obispo de México –que era español- por sus denuncias contra los abusos de los conquistadores hacia los indígenas. Los misioneros cristianos llegados eran unos pocos frailes franciscanos, a los que además se les sumaba el problema del idioma para entender y poderse hacer entender por los nativos…
  Pero ante la intervención de Dios, por medio de Santa María de Guadalupe, las cosas cambiaron de tal manera que desde el 12 de diciembre de 1531 las conversiones de los indígenas se contaron por miles, llegaron a ser aproximadamente de ocho a nueve millones, en tan solo siete años, fue una conversión de tales dimensiones, que no hay ciencia humana que la pueda explicar. Las fuentes históricas nos permiten conocer la magnitud de esta conversión sin precedentes en México y seguramente tampoco en el mundo entero:
  Así vemos como Fray Toribio de Benavente, Motolinia, no pudo negar que en los primeros años los indios permanecían reacios a convertirse al catolicismo; en su obra: “Memoriales” (p.116) escribe: “Anduvieron los mexicanos cinco años muy fríos”. Además, era consciente de la insignificancia de sus recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y la inseguridad de que fueran sinceras las conversiones. En general los franciscanos eran conscientes del grave obstáculo que se levantaba ante la falta de testimonio de varios de sus paisanos españoles y la manera cruel con la que algunos trataron a los indígenas. Así en Carta colectiva dicen: “seguramente osamos afirmar que según eran tratados y veíamos las carnicerías que de ellos se hacían y los robos, vejaciones y crueldades que con ellos se usaba, que teníamos creído que no hubiera indios en toda la muchedumbre para cuatro años”. (“Carta Colectiva de los franciscanos”. Cuauhtitlán,,en Fray Toribio de Benavente, Motolinia, “Memoriales”, p/440.
  Sin embargo, después de 1531, los mismos franciscanos estaban asombrados de la conversión que se estaba manifestando; el mismo autor siguió haciendo cuentas de los miles y miles que se habían bautizado y llegó a la conclusión que en total en ese año de 1536: “serán hasta hoy día bautizados cerca de cinco millones” (en Historia de los Indios, p.85). En el códice “Nican Motecpana” se confirma este cambio desde el corazón indígena que se manifestó en la aceptación de la fe: “los indios.. desde que oyeron que se apareció la Santa Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y desde que vieron y admiraron su perfectísima imagen, que no tiene arte humano, con lo cual abrieron mucho los ojos, cual se de repente hubiera amanecido para ellos” (Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, p.307). Uno de los aspectos claves en esta conversión sin precedentes en la historia de la Iglesia es que María viene a traernos al “verdadero Dios Por quien se vive”, como así lo dijo en su aparición al indio Juan Diego.
  El obispo de México, fray Juan de Zumárraga, también manifestaba una gran diferencia de ánimo entre su carta del 1529 (dos años antes de la Aparición de la Virgen) enviada al rey donde se descubre un grito doloroso dirigido a Dios, pidiendo su divina intervención: “si Dios no provee con remedio de su mano está la tierra (México) en punto de perderse totalmente”; y ahora, en 1539, después de diez años todo cambió. Nos encontramos con un obispo que había visto con sus propios ojos, había escuchado con sus propios oídos y había cuidado prudentemente de realizar la voluntad de la Reina del Cielo, así que escribió una carta que manifestaba totalmente otra actitud; se había dado una conversión en él, en el sentido que ya no tenía miedo, ni angustia, ni temor..
  Si bien los indígenas fueron los que entendieron de manera inmediata todo el mensaje de la Virgen, a los pocos años también para los españoles ya era una de las más importantes devociones la cual había realizado un cambio impresionante en su comunidad. El domingo 6 de septiembre de 1556, fray Alonso de Montúfar, segundo arzobispo de México, pronunció una homilía en la que dijo maravillas sobre la imagen y la devoción del Tepeyac y motivó a continuar con la devoción a la Virgen de Guadalupe. En su sermón “procuró de persuadir a todo el pueblo a la devoción a Nuestra Señora..y así toda la mayor parte de esta ciudad… sigue y prosigue la dicha devoción” y:” la gran devoción que toda esta ciudad ha tomado a esta bendita imagen, y los indios también, y cómo van descalzas señoras principales y muy regaladas, y a pie con sus bordones en las manos, a visitar y encomendar a nuestra Sra. y de estos los naturales han recibido grande ejemplo y siguen lo mismo…”
(Testimonio de Juan de Salazar, en Información de 1556. P 51).


viernes, 2 de junio de 2017

- Las flores y la tilma del indio

El Obispo pide pruebas de la Virgen, las flores y la tilma (*) del indio
El europeo obispo Fray Juan de Zumárraga ¿creería en una Aparición de la Virgen sólo entregándole Juan Diego hermosas flores? Aún cuando estas flores se habían dado en un lugar inhóspito, la colina del Tepeyac y en un clima invernal…o quizás las flores sí eran para el indio Juan Diego una verdadera señal sagrada, totalmente coherente con su mentalidad indígena…pero jamás se imaginó lo que iba a acontecer. Veamos lo que ocurrió aquel 12 de diciembre de 1521 en México:
  Juan Diego, el humilde indígena narró con toda exactitud lo que había visto, admirado y escuchado; incluso que era imposible que hubieran flores en aquel lugar árido y salitroso, en ese tiempo invernal y con ese clima que helaba; sin embargo, Juan Diego le confirmó al obispo:”no por ello dude, no por ello titubeé”. Gracias a la enorme fe de este humilde indígena el ser humano tuvo la posibilidad de encontrarse con Dios por medio de su propia Madre, Santa María de Guadalupe. “Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco estaban las flores. Y al caer al suelo todas las variadas flores, luego allí en su tilma se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen de la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura en que ahora está, en donde ahora es conservada, en su sagrada casita en el Tepeyac, que se llama Guadalupe..” (Nican Mopohua, 181-184, escrito entre 1540 y 1548).

  Juan Diego como todo indio macehual no podía usar vestiduras decoradas o estampadas, por lo que es exacto lo que se describe de su “blanca tilma”, y es en ese momento cuando el humilde indígena la extiende  y le entrega al obispo la señal solicitada. En seguida caen al suelo las preciosas flores, que para el indio era una señal totalmente maravillosa, por la manera en la que él fue testigo de haberlas encontrado en un terreno muerto y en un tiempo en donde no se daban y en un clima que helaba; por lo que era un verdadero prodigio, y la señal era la más adecuada por el simbolismo que entre los indígenas existía en el fondo de su cultura religiosa; pero Santa María de Guadalupe también ofreció el complemento de la señal, que eran las flores, complemento perfecto en la prodigiosa estampación de su propia Imagen en la humilde tilma de su mensajero, ante los incrédulos ojos del obispo y de los que ahí se encontraban.
  Ahora sí se complementaba la señal, no eran solamente las flores sino que ahora se incluía la tilma y en ella la maravillosa imagen de la Virgen de Guadalupe. Ahora bien, la tilma era símbolo de la persona; por lo tanto, el hecho de que la Virgen de Guadalupe hubiera elegido como una parte integrante de la señal el estamparse en la tilma de Juan Diego, significa que se plasma en la persona misma de este humilde indio. Por ello, Juan Diego, el laico indígena humilde y fiel ahora es parte de la señal entregada al obispo.
  La imagen de Santa María de Guadalupe estampada en la humilde tilma al presentarse como una mujer de piel morena, una mestiza, se identifica plenamente con la unidad que debe existir entre todos los seres humanos, tomando precisamente este color de piel, su mestizaje es el símbolo de la fraternidad que debe existir en y con todas las razas del mundo; en su rostro moreno estamos todos sus hijos, su sangre su color; somos su propia imagen, su pintura. La maternidad del Tepeyac establece la casa de encuentro de los pueblos mestizos en el ayer, en el hoy y en el mañana de América Latina y el Caribe.
“ Y el obispo se levantó, desató del cuello de donde estaba atada la vestidura, la tilma de Juan Diego en la que se apareció, en donde se convirtió en venerable señal la Reina Celestial. Y luego la llevó allá, la fue a a colocar en su oratorio…” (Nican Mopohua, 188-190, escrito entre 1540 y 1548).
(*)-Tilma: Manta que llevan los hombres del campo, a modo de capa, anudada sobre el hombro. La tilma estaba tejida con fibras de ágave, un material que se usaba para hacer cuerdas. Una vez retorcidas, estas fibras daban hilos ásperos, duros y muy resistentes. El tejido que se obtenía, por tanto, era áspero, no adecuado para ser pintado. Y mucha gente, observando la imagen, se preguntaba cómo había sido posible obtener una figura tan bonita en una tela tan áspera.