Santa María de Guadalupe es quien ha forjado esta patria y
realizado una perfecta evangelización con los valores de la cultura indígena
mexicana, ayudando amorosamente a los misioneros; pues para ellos la tarea
misionera del llamado Nuevo Mundo era simplemente algo titánico, el reto de convertir
todos estos nuevos pueblos era algo que los sobrepasaba, pero la Virgen de
Guadalupe entra en esta historia realizando una perfecta inculturación del Evangelio,
transformando el corazón humano, no sólo de los indígenas sino también de los
mismos misioneros que veían estupefactos una de las conversiones más
importantes en toda la historia de la Iglesia. La Virgen de Guadalupe, de
ninguna manera desecha las manos y el corazón de los misioneros, al contrario,
ellos son el instrumento de este amor divino. Y Ella sigue realizando esto el
día de hoy.
Es a partir de 1532, después de la Aparición de la Virgen al indio Juan
Diego, que los mismos misioneros estaban muy sorprendidos ante la constatación
de que se había producido un verdadero milagro: antes no eran ni escuchados,
ahora se admiran de este cambio tan radical, de tantas y tantas sorpresivas
conversiones; y trataban de razonar este fenómeno diciendo que, en parte, había
sido resultado de su predicación y testimonio, pero había pasado algo
impresionantemente sorpresivo que mantenía a los mismos misioneros con la boca
abierta, con expresiones de asombro, como decía Fray Gerónimo de Mendieta: “fue
cosa de notar y maravillar”, “de mucha admiración”.
El Nican Motecpana(*) también corrobora y confirma este cambio desde el
corazón indígena, que se manifestó en la aceptación de la fe; a su modo y en
estilo por esta importante fuente se nos dice que los indios: “sumidos en
profundas tinieblas, todavía aman y servían a falsos diosecillos, obras manuales
e imágenes de nuestro enemigo el demonio, aunque ya había llegado a sus oídos
la fe, desde que oyeron que se apareció la Santa Madre de Nuestro Señor
Jesucristo, y desde que vieron y admiraron su perfectísima imagen, que no tiene
arte humano; con lo cual abrieron mucho los ojos, cual si de repente hubiera
amanecido para ellos.” Fue tal la
conversión, que muchos de ellos tiraron los ídolos: “Y luego (según los viejos
dejaron pintado) algunos nobles, lo mismo que sus criados plebeyos, de buena
voluntad echaron fuera de sus casas, arrojaron y esparcieron las imágenes del
demonio y empezaron a creer y venerar Nuestro Señor Jesucristo y su preciosa
Madre.”
(*)Nican Motecpana Se trata de un
documento, al igual que el Nican Mopohua fue escrito en lengua náhuatl. Es obra
del historiador mestizo Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, escrito, en 1590.
Su nombre ‘Nican Motecpana’ procede de las primeras palabras con que
comienza su texto: "Aquí se pone en orden…" Es un valioso documento
que complementa al Nican Mopohua y proporciona rica información sobre la
persona misma de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, su esposa María Lucía y el tío de
Juan Diego, Juan Bernardino.
Sintéticamente, el Nican Motecpana narra que, tras las apariciones, Juan
Diego se fue a vivir a una casita junto a la ermita, dejando su propia casa y
tierras a su tío Juan Bernardino. Refiere, asimismo, que Juan Diego era viudo
cuando se le apareció la Señora del Cielo, habiendo muerto dos años antes su
esposa María Lucía, con quien había vivido castamente. Relata igualmente la
peste que asoló la región en 1544 debido a la cual murió el tío Juan
Bernardino, el 15 de mayo, no sin antes haber éste recibido la visita y
consuelo de la Virgen de Guadalupe. A la muerte de Juan Bernardino, fue llevado
su cuerpo al Tepeyac para ser sepultado dentro de la casita de la Señora de
Cielo; tenía 86 años.
Tiempo después, en 1548 (el mismo año en que murió Fray Juan de
Zumárraga), murió también Juan Diego, tras 16 años de servir a la Virgen. Tenía
alrededor de 74 años. Fue sepultado, como su tío, dentro del templo de la
Virgen de Guadalupe.
De igual modo, el Nican Motecpana menciona "incontables
milagros", describiendo concretamente 14 atribuidos a la intercesión de la
Virgen de Guadalupe.
Diversos hechos que narra el Nican Motecpana han podido ser verificados
históricamente por fuentes históricas independientes, así como por el
testimonio de distintos cronistas. Documentos como los Anales de Puebla y
Tlaxcala, los Anales de Catedral, el Añalejo de Bartolache o el Códice 1548 o "Escalada",
coinciden al situar la muerte de Juan Diego en 1548.
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