SANTA MARÍA DE
GUADALUPE NOS GUÍA A QUIEN ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
María es el máximo testigo de este amor sin medidas, desde la misma
encarnación del Salvador, Ella dijo sí al Señor, Ella puso toda su vida en sus
manos, Ella tuvo al Salvador en sus entrañas, dándole su calor, su cuidado y su
protección
Decía San Pablo de qué hubiera servido que Dios se
hubiera encarnado y no hubiera resucitado. El Hijo de Dios hubiera sido sólo un
brillante e iluminado hombre, un filósofo cuya doctrina sería hermosa, pero si
hubiera muerto y no hubiera resucitado, hubiera sido simplemente eso, un gran
hombre, pero no el Hijo de Dios.
Pues bien, Jesucristo, hombre verdadero y Dios
verdadero se encarnó y resucitó. Él es el Hijo de Dios, un gran hombre, sí, un
gran iluminado y filósofo, sí, un hombre excepcional, sí, pero también Él es
verdadero Dios, ¡ha RESUCITADO! Y aquí está nuestra esperanza, aquí está la
razón de nuestra existencia. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Es un Dios cercano a nosotros, es más, ha querido su
hogar en medio de nosotros, desde nuestro corazón. Por medio de la Iglesia Católica
estamos llamados a ser esta única familia de Dios, y construir juntos la
civilización del Amor de Dios. Él no se deja impresionar por el aspecto
exterior, Él sabe cómo estamos por dentro, qué es lo que hace palpitar nuestro
corazón. A Él nunca se le puede engañar. Y precisamente, Él sabe,
perfectamente, lo que tanto ansía este corazón y lo que tanto necesitamos para
poder vivir, y vivir en plenitud. Por ello, se ha encarnado y ha dado su vida
en una cruz, para Resucitar, con toda su plenitud; de esta manera, Él nos sana
y nos salva.
Dios ha elegido a una doncella humilde de Nazaret
para que en su inmaculado vientre Él se encarnara. De esta manera, María es el
máximo testigo de este amor sin medidas, desde la misma encarnación del
Salvador, Ella dijo sí al Señor, Ella puso toda su vida en sus manos, Ella tuvo
al Salvador en sus entrañas, dándole su calor, su cuidado y su protección;
dándose toda a Aquel que es Todo, a Aquel que nos cuida, nos alimenta y es el
calor de la vida misma. Podemos apreciar en la portentosa imagen de Santa María
de Guadalupe, precisamente, a una mujer embarazada, una mujer de espera, una
mujer de Adviento, en cuyo vientre está Dios omnipotente, exactamente como Ella
lo transmitió a san Juan Diego: “Yo soy la madre del verdaderísimo Dios por
quien se vive”. Su imagen está centrada en Jesucristo, nuestro Señor y
Salvador.
Santa María de Guadalupe nos pide que construyamos,
que edifiquemos, su casita sagrada, su templo, iglesia católica, para dar todo
su Amor-Persona. Que desde este hogar del Dios Omnipotente se proclame que Él,
y sólo Él es la
Resurrección y la vida. Por ello tenemos que tener en nuestra
mente y en nuestro corazón su venerable aliento, su venerable palabra: “No tengas miedo ¿Acaso no estoy yo aquí
que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?” y construir desde nuestro
corazón esta casita sagrada en donde como centro está Jesucristo, quien es el
Camino, la Verdad
y la Vida ; y
aquí, en esta sagrado lugar, tendremos la guía más segura para llegar a aquel
que Sana y Salva; en este lugar bendito es donde escuchamos el venerable
aliento la venerable palabra de nuestra madre que nos dice “hagan todo lo que
Él les diga…”
Canónigo. Dr. Eduardo
Chávez Sánchez
Boletín Guadalupano, Abril, 2015
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