Frase

Conoce el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Cada año millones de personas acuden a rezar a María, la Madre "que nos lleva en su regazo", Ella también nos dice hoy: "No se perturbe tu corazón, no temas".

jueves, 30 de abril de 2015

- María en Guadalupe nos entrega a su Hijo

… El gran deseo de Santa María de Guadalupe aquel frío invierno de 1531, era la construcción de una “casita sagrada”, de un hogar sagrado, de un templo, de una iglesia católica, en donde Ella mostraría, ensalzaría y entregaría todo su Amor-Persona, es decir, su Hijo amado: Jesucristo. Es en este hogar, en esta “casita sagrada”, en este templo, en donde entregaría a su Hijo amado, Jesucristo, como dice la Santísima Virgen María: “a Él, que es mi Amor-Persona”; es decir, que así como el Padre eterno ofrece a su propio Hijo y Jesucristo mismo ofrece su propia vida, también María, su Madre, lo ofrece, lo entrega, para el bien y salvación de todo ser humano.
Y continúa afirmando la Santísima Virgen, que Él es su mirada compasiva, su auxilio y su salvación. El verdadero Dios, Dueño del cielo y de la tierra se manifiesta y se ofrece en totalidad a todos los seres humanos; es más, el Señor pleno de misericordia viene a vivir, a hacer su morada, su hogar, en este pedazo humilde y pobre de la creación, viene a vivir en medio de nosotros. … es Él quien se manifiesta por medio de su Madre Santísima y se entrega por amor a cada uno de nosotros.

EN SANTA MARÍA DE GUADALUPE SE DA UNA VERDADERA MANIFESTACIÓN DEL SEÑOR JESÚS.

La Virgen de Guadalupe se presenta como una mujer embarazada, es decir Ella es el “Arca viviente de la Alianza”, es una mujer Cristo-céntrica”. No es que se realice una segunda Encarnación, ni tampoco, Ella trae una nueva Revelación, ni tampoco Ella proclama otro Evangelio. ¡Nada de eso! Ella es el primer discípulo y misionera del Amor único y eterno de Dios.
Ella viene a proclamar la única Encarnación, la única Revelación, el único Evangelio y, la única Epifanía, o Manifestación del amor de Dios, para la salvación de todos los hombres de la tierra, de todas las generaciones y de todos los lugares.
El gran deseo de Santa María de Guadalupe aquel frío invierno de 1531, era la construcción de una “casita sagrada”, de un hogar sagrado, de un templo, de una iglesia católica, en donde Ella mostraría, ensalzaría y entregaría todo su Amor-Persona, es decir, su Hijo amado: Jesucristo. Es en este hogar, en esta “casita sagrada”, en este templo, en donde entregaría a su Hijo amado, Jesucristo, como dice la Santísima Virgen María: “a Él, que es mi Amor-Persona”; es decir, que así como el Padre eterno ofrece a su propio Hijo y Jesucristo mismo ofrece su propia vida, también María, su Madre, lo ofrece, lo entrega, para el bien y salvación de todo ser humano.
Y continúa afirmando la Santísima Virgen, que Él es su mirada compasiva, su auxilio y su salvación. El verdadero Dios, Dueño del cielo y de la tierra se manifiesta y se ofrece en totalidad a todos los seres humanos; es más, el Señor pleno de misericordia viene a vivir, a hacer su morada, su hogar, en este pedazo humilde y pobre de la creación, viene a vivir en medio de nosotros. Es una verdadera Epifanía del Señor; es Él quien se manifiesta por medio de su Madre Santísima y se entrega por amor a cada uno de nosotros.
Todo esto converge asombrosamente con la visión de san Juan en el libro del Apocalipsis cuando dice: “Después tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra. Pues el primer cielo y la primera tierra ya pasaron; en cuanto al mar ya no existe. Entonces vi la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, del lado de Dios, embellecida como una novia engalanada en espera de su prometido. Oí una voz que clamaba desde el trono: «Ésta es la morada de Dios entre los hombres, fijará desde ahora su morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y el mismo será Dios-con-ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado.»” (Apocalipsis 21, 1-4).
Esto nos lleva a lo importante y trascendental de este acontecimiento, ya que, como confirmamos, es el encuentro del verdadero Dios con los seres humanos de corazón humilde y esto se logra por medio de Santa María de Guadalupe; y también por la participación del humilde indígena, Juan Diego, a quien se le pidió también poner todo su esfuerzo y su voluntad, para construir juntos este nuevo hogar cósmico, templo, “casita sagrada”, podemos decir, iglesia católica centrada en el inmenso y verdadero amor de Dios para toda la humanidad.
Ahora comprendemos mejor la gran admiración y la inmensa alegría que suscitaría entre los indígenas el conocimiento de este gran suceso, cuando Juan Diego lo informara en su momento; pues serán conscientes que este encuentro con Ella, al mismo tiempo, era un encuentro con el único y verdadero Dios. La alegría no cabría en sus corazones al ser testigos de que el “Dios por quien se vive” venía a encontrarse con ellos, se les manifestaba totalmente con ternura; que a ese Dios sí le importaban, que ese Dios es amor y que ahora venía a ellos por medio de lo más significativo y amado para Él que era su propia Madre, a quien hizo nuestra Madre y Ella aceptó, en el momento de su entrega total, en el sacrificio pleno en la cruz, entregando su vida por nosotros.
La manifestación de Jesucristo Nuestro Señor como Mesías, Hijo de Dios y Salvador, ha sido la oportunidad de encontrarse con Él, no solo los testigos de su bautismo, no solo los invitados a las bodas de Caná, no solo los “Magos” de Oriente; sino también cada uno de nosotros. Es también ocasión para tener encuentro con el Señor, es necesario hacer caso a la invitación del Papa Francisco (Cf. Evangelii Gaudium 3) para tener un encuentro personal con Cristo. Santa María de Guadalupe ha sido señalada como Estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización, y es que Ella nos lleva, nos guía hasta Aquel que es nuestra salvación: “Mucho quiero, mucho deseo, que aquí me levanten mi casita sagrada, en donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto, lo entregaré a las gentes en todo mi amor personal, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación” (Nican Mopohua 27-28). Desde este punto de vista aquí hay también una Epifanía, se manifiesta Jesucristo como el que salva, y María es su Estrella, la cual es al tiempo guiada por su Señor, Ella nos guía hacia su Hijo, y su Hijo la guía a Ella. En este Acontecimiento tenemos también el ejemplo del hombre abierto, dispuesto, en busca; que se deja guiar por la Estrella, y ese es San Juan Diego: “Y cuando llegó frente a Ella, mucho le maravilló cómo sobrepasaba toda admirable perfección y grandeza: su vestido como el sol resplandecía, así brillaba” (Nican Mopohua 16-17).
La Memoria de esta manifestación es fundamental, no solo para sentirnos privilegiados por el don, por el regalo que Dios Nuestro Padre nos ha hecho; sino sobre todo, para continuar la bella tarea de la Evangelización (Cf. Evangelii Gaudium 13).

Canónigo. Dr. Eduardo Chávez Sánchez. (Boletín Guadalupano)

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