….“Los detalles de este Acontecimiento Guadalupano se conocen gracias a san
Juan Diego, quien lo manifestaba de viva voz, y años más adelante, entre 1545 y
1548, Antonio Valeriano lo plasmó en el manuscrito conocido como Nican
Mopohua, que significa: “Aquí se narra” y, si bien, no es el único
documento que nos da noticias de este evento, … de los hechos que acontecieron aquel
frío diciembre de 1531, asimismo, se complementaba perfectamente con la señal
que la Virgen de Guadalupe puso en manos del obispo: su portentosa Imagen impresa
en la humilde tilma de san Juan Diego, señal que fue dada para buscar la
aprobación del misionero obispo, cabeza de la Iglesia de México, fray Juan de
Zumárraga, para que cumpliera la voluntad de la Virgen, de erigirle un templo,
una “casita sagrada”, una iglesia, para ensalzar, manifestar y entregar su
Amor-Persona, Jesucristo. Este signo de la presencia de María en medio de su
pueblo no tiene precedentes en la historia de la Iglesia, así como la conversión
que se dio en masa tanto de indígenas como de españoles, y se sigue dando de
una manera admirable. Un verdadero encuentro entre Dios y los hombres, por
medio de su amada Madre…
SANTA MARÍA DE GUADALUPE HACE POSIBLE LO QUE
PARECE IMPOSIBLE
En este tiempo, el Acontecimiento Guadalupano sigue siendo algo
portentoso. Es sorprendente contemplar la conversión profunda de tantos seres
humanos que llegan a su “casita sagrada”. No cabe duda que la Virgen de
Guadalupe sigue tocando los corazones y colocando a Jesús en él, en una
perfecta inculturación de la Buena Nueva. Ella hace posible lo que parecía
imposible.
En aquel frío invierno de 1531, los frailes misioneros tenían la
convicción de que su deber como buenos padres y buenos cristianos era destruir los
engaños del demonio que se había apoderado de los indígenas, de su cultura y
religiosidad; como lo afirmaba fray Bernardino de Sahagún, uno de los
conocedores más profundos de la cultura náhuatl, afirmaba: “El médico no puede
acertadamente aplicar las medicinas al enfermo (sin) que primero conozca de qué
humor, o de qué causa proceda la enfermedad [...] Los pecados de la idolatría y
ritos idolátricos, y supersticiones idolátricas y agüeros, y abluciones y
ceremonias idolátricas no son aún perdidos del todo. Para predicar contra estas
cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban en
tiempos de su idolatría”.
Pero a pesar de todo, se hizo posible lo imposible: la innegable
conversión del pueblo; y esto se debió al mensaje fuerte y directo, al mismo tiempo,
tierno y amoroso de Nuestra Señora de Guadalupe. Sin minimizar la
extraordinaria labor de los primeros misioneros, quienes dieron su vida en esta
evangelización, sin embargo, esta titánica misión los sobrepasaba.
Los detalles de este Acontecimiento Guadalupano se conocen gracias a san
Juan Diego, quien lo manifestaba de viva voz, y años más adelante, entre 1545 y
1548, Antonio Valeriano lo plasmó en el manuscrito conocido como Nican
Mopohua, que significa: “Aquí se narra” y, si bien, no es el único
documento que nos da noticias de este evento, sí es uno de los más importantes
y que, además, converge con otras tantas fuentes históricas; su belleza no está
en contraposición con la información histórica de los hechos que acontecieron aquel
frío diciembre de 1531, asimismo, se complementaba perfectamente con la señal
que la Virgen de Guadalupe puso en manos del obispo: su portentosa Imagen impresa
en la humilde tilma de san Juan Diego, señal que fue dada para buscar la
aprobación del misionero obispo, cabeza de la Iglesia de México, fray Juan de
Zumárraga, para que cumpliera la voluntad de la Virgen, de erigirle un templo,
una “casita sagrada”, una iglesia, para ensalzar, manifestar y entregar su
Amor-Persona, Jesucristo. Este signo de la presencia de María en medio de su
pueblo no tiene precedentes en la historia de la Iglesia, así como la conversión
que se dio en masa tanto de indígenas como de españoles, y se sigue dando de
una manera admirable.
Un verdadero encuentro entre Dios y los hombres, por medio de su amada
Madre. Como bien lo expresó el arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera:
“Quien se compenetra con la profundidad que ya se ha hecho, de esa historia
nuestra, no puede menos de preguntarse: ¿Cómo podríamos existir nosotros si su
amor de Madre no hubiera reconciliado y unido el antagonismo de nuestros padres
españoles e indios? ¿Cómo hubieran podido nuestros ancestros indios aceptar a
Cristo, si Ella no les hubiera complementado lo que les predicaban los
misioneros, explicándoles en forma magistralmente adaptada a su mente y
cultura?”. Es un encuentro de unidad, de misericordia y de amor; como decimos,
Ella hace posible lo que parece imposible.
Canónigo. Dr. Eduardo Chávez Sánchez (Boletín
Guadalupano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario