Por algunos escritos de muy mala factura, desgraciadamente,
se ha introducido la idea de que el ángel que está a los pies de la Virgen de
Guadalupe es un añadido, es decir, que alguien pintó después este ángel; esto
totalmente es falso, el ángel es original y siempre ha formado parte de la
Imagen completa de Guadalupe e, incluso, tiene un significado muy importante en
la interpretación total de esta sagrada Imagen.
Como
decimos, formando parte integrante de la Imagen, a los pies de la Virgen, se
encuentra un ángel un tanto extraño ya que tiene cara de niño y una cierta
calvicie por sus pronunciadas “entradas”, que indican vejez; además, sus alas
no son de paloma sino de águila que tienen tres colores: azul intenso; blanco
amarillento o color marfil y, finalmente, rojo. El color azul de las alas en
muchas ocasiones se confunde con el verde y esto no es extraño pues a la
distancia y según el ángulo y la luz se torna un tanto verdoso, pero viéndolo
de cerca, como he tenido la oportunidad de hacerlo, es azul.
Si bien, para los españoles es un ángel
extraño por sus colores y la forma de sus alas, en la mentalidad indígena es
perfectamente coherente y armonioso con todo. Recordemos que el águila era el
ave que más alto volaba y simbolizaba al sol mismo, ya que era el ser viviente
que más se le acercaba y llevaba la esencia del alimento a los dioses para
sustentarlos; es decir, el águila transportaba entre sus garras los corazones y
la sangre de las víctimas que habían sido sacrificadas para el sustento de los dioses,
llevaba la cosecha de la vida, la cosecha de los corazones y de la sangre
consagrada para alimentar a la divinidad. Además, el águila era un ser muy
importante para México, ya que por un águila los mexicas o aztecas supieron el
lugar preciso para la edificación del su primer templo, como lo profetizaban
sus mitos, y con este templo iniciaron la fundación de su imperio.
Hay
que recordar también dos elementos sumamente importantes para poder captar la
verdadera interpretación de este mensajero alado. Lo primero es que para los
indígenas el anciano dentro de la comunidad era la persona más importante pues
el anciano es quien sustentaba la autoridad, la sabiduría, la tradición, la
identidad, la cultura; en una palabra, representaba la raíz que para los indígenas
quería decir: la verdad. Lo segundo, es que los indígenas habían concebido la
plenitud del universo en cuatro rumbos que lo abarcaban todo, y cada uno de
estos rumbos era representado precisamente por los colores de las alas del
ángel, aunado al color oscuro de la luna.
Así pues, en síntesis, el ángel que está a
los pies de la Virgen de Guadalupe es un ángel con alas de águila con colores
de la verdad del universo, mensajero, niño-anciano a la vez, lleno de fuerza y,
al mismo tiempo, de sabiduría; y este mensajero nos muestra el verdadero
alimento que es el mensaje de Amor que representa toda la figura de Santa María
de Guadalupe, quien nos trae en su inmaculado vientre a Jesús, el amor pleno y
total, y lo viene a entregar a todos los seres humanos en un templo, casita
sagrada, manifestación de una nueva civilización del Amor.
Es un ángel en la
raíz de la Imagen de Guadalupe, que con la mano derecha toma el manto azul con
estrellas que representa el universo y con la izquierda toma el vestido color rosa-salmonado
con flores que representa la tierra, y de esa manera une cielo y tierra;
además, con los colores de sus alas que junto con el color de la luna negra
están conjuntando los cuatro rumbos del universo, raíz del Universo, que además
significaba la casa del Dios Omnipotente.
Esto nos confirma nuevamente la coherencia
absoluta de todo el mensaje; ya que es en el templo, en la “casita sagrada”, en
la iglesia, donde se celebra el sacramento central del amor: la Eucaristía; por
lo tanto, está manifestando una enorme y crucial verdad. Es como si María
dijera: no son ustedes los que pretenden alimentar a los dioses con la sangre y
los corazones de las víctimas en la piedra de los sacrificios; sino que es mi
Hijo, Jesucristo, el verdaderísimo Dios por quien se vive, el Dueño del cielo y
de la tierra, el Dios de la cercanía y de la inmediación, quien se ofrece a
ustedes como alimento. Como Jesús mismo lo expresa: “En verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del
Hombre, y no beben su sangre, no viven de verdad. El que come
mi carne y
bebe mi sangre, vive de vida eterna y yo lo
resucitaré en el último día. Mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida
verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en
mí y yo en él. Como el Padre, que vive, me envió, y yo vivo por él, así, quien
me come a mí tendrá de mí la vida. Este es el pan que ha bajado del cielo, no
como el que comieron vuestros antepasados, los cuales murieron. El que coma
este pan vivirá para siempre.” (Jn 6, 52)
El Dios Omnipotente es quien se entrega por
amor en el sacrifico de la cruz. Santa María de Guadalupe es quien porta en su
vientre inmaculado a su Hijo amado, Jesucristo, que se entrega totalmente en un
encuentro lleno de amor. El Papa Benedicto XVI manifestó la fuerza profundamente
amorosa de este acto de entrega total de parte de Dios: “El hombre vive de la
verdad y de ser amado –dijo el Santo Padre–, de ser amado por la Verdad.
Necesita a Dios, al Dios que se le acerca y que le muestra el sentido de su
vida, indicándole así el camino de la vida. Ciertamente, el hombre necesita
pan, necesita el alimento del cuerpo, pero en lo más profundo necesita sobre
todo la Palabra, el Amor, a Dios mismo.
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