…”el punto central del mensaje de la Virgen de Guadalupe
no era Ella, sino su Hijo Jesucristo; Ella quería un templo, una casita
sagrada, para mostrarlo a Él, para ensalzarlo a Él, para manifestarlo a Él y,
finalmente, para ofrecerlo a Él; la Virgen de Guadalupe quería esa casita
sagrada para entregar a su propio Hijo; y con este templo se iniciaba y se
forjaba un nuevo pueblo, un “nuevo hogar cósmico.”
Hoy
día, comprendemos mejor el gran Acontecimiento Guadalupano y la gran admiración
y la inmensa alegría que suscitó entre los pobladores de esta tierra el
conocimiento de este gran suceso, desde el momento mismo cuando Juan Diego lo
decía en una tradición oral que llega a nuestros días y el importante mensaje
que se descubre en la contemplación y el conocimiento de la Imagen prodigiosa
de Santa María de Guadalupe; pues serán conscientes que este encuentro con
Ella, al mismo tiempo, era un encuentro con el único y verdadero Dios.
Es en este mes de la patria, septiembre, en
donde tenemos que reflexionar que es la Madre de Dios quien hizo posible que
surgiera este, su pueblo, un pueblo al servicio de la misericordia y del amor
de Dios. Ella fue la que forjó esta patria.
Desde la aparición de la Virgen de Guadalupe, quien nos trae a su amado
Hijo, Jesucristo, los pobladores de estas tierras sentían que la alegría no
cabría en sus corazones al ser testigos de que el Dios por quien se vive venía
a encontrarse con ellos; que a ese Dios sí le importaban, que ese Dios es Amor
y que ahora venía a ellos por medio de lo más significativo y amado para Él que
era su propia Madre, quien quería su casita sagrada, su hogar divino, su templo
sagrado, para ahí entregar al Dios omnipotente. Es tanto el amor de Dios para
con el limitado ser humano, que quería hacer su morada en él; y que, además,
ardía en deseos de que se le construyera esa “casita sagrada”, ese “nuevo
hogar cósmico”. Es una entrega absoluta de parte de Dios. El júbilo fue inmenso
al entender la plenitud de este fruto que tenía su semilla y su raíz en su
cultura y, desde ella, para todos los seres humanos de todos los tiempos y de
todas las latitudes, un amor universal,
Queda claro que el punto central del mensaje de la Virgen de Guadalupe
no era Ella, sino su Hijo Jesucristo; Ella quería un templo, una casita
sagrada, para mostrarlo a Él, para ensalzarlo a Él, para manifestarlo a Él y,
finalmente, para ofrecerlo a Él; la Virgen de Guadalupe quería esa casita
sagrada para entregar a su propio Hijo; y con este templo se iniciaba y se
forjaba un nuevo pueblo, un “nuevo hogar cósmico”.
Tenemos que recordar que lo primero que construían los mexicanos para
hacer un nuevo pueblo era el templo, pues identificaban la nación con este
lugar sagrado; asimismo, cuando se buscaba vencer a algún pueblo enemigo lo
primero que había que destruir era precisamente su templo. Santa María de
Guadalupe realiza una evangelización perfectamente inculturada al iniciar una
nueva civilización pidiendo la construcción de un templo, esta edificación
sagrada confirmaba una nueva creación que surgía desde lo más profundo del ser
abatido, era el construir una nueva civilización llena del amor de Dios, centro
y razón de ser del templo que pidió la Madre de Dios.
La conversión impresionante de millones de seres humanos fue el
resultado de este maravilloso encuentro, incluso la conversión del corazón del
obispo fray Juan de Zumárraga; el 30 de mayo de 1548, Zumárraga, a unos cuatro
días antes de morir, escribió al rey una última misiva llena de esperanza, en
ella manifestaba la plenitud de una vida transformada totalmente por Dios, así
se expresaba en este maravilloso documento donde también nos informa la
conversión de tantos y tantos a los cuales les pudo dar el sacramento de la
confirmación en esa fe que Santa María de Guadalupe forjó desde el corazón: “y
es verdad –decía el anciano y enfermo fraile-arzobispo– que habrá cuarenta días
que con ayuda de religiosos comencé a confirmar los indios de esta ciudad … e
pasaron de cuatrocientas mil ánimas los que recibieron el óleo y se confirmaron
… a lo cual atribuyen mi muerte, e yo la tengo por vida y con tal contento
salgo de ella”
Si bien los indígenas fueron los que entendieron de manera inmediata
todo el mensaje de Santa María de Guadalupe, a los pocos años, también para los
españoles ya era una de las más importantes devociones, que había realizado un
cambio impresionante en su comunidad. La gran mayoría de los misioneros seguían
desconcertados al ver las sorprendentes conversiones. Seguían los indígenas
llegando de lugares lejanos, con esa misma actitud emocionada hasta las
lágrimas, buscando los sacramentos y los españoles la tenían como suya, en su
corazón, esta mujer Apocalíptica, Inmaculada Concepción. Madre de Dios y, al
mismo tiempo, la perfecta siempre Virgen.
No cabe duda que la Virgen de Guadalupe unió
lo que era imposible, dos razas tan distintas que se despedazarían una contra
la otra y en sí mismas, fue Ella, la mujer de rostro mestizo, quien forjó esta
unidad, forjó esta patria, pueblo que es un testimonio vivo para forjar el
Reino de Dios en el corazón de todo ser humano en una verdadera conversión, un
corazón lleno, pleno, del Dios verdadero por el que se vive, una nueva
civilización del Amor.
Dr.
Eduardo Chávez Sánchez. “Boletin Guadalupano”, Septiembre 2017..
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